Que sea renovable, resistente, regional, resiliente y recreativo; que sea duradero y reemplazable fácilmente cuando sea lo necesario; que no lo afecten los cambios de las diferentes temporadas del clima; que sea a partir de la vegetación original de cada sitio; que sea fácil de mantener y resistente; que sea lúdico, divertido, ameno o entretenido según lo indicado para cada sector en cada ciudad, tanto en sus espacios urbanos públicos (calles, avenidas, paseos, parques y zonas verdes) como en sus diversas edificaciones.

              Renovable: que sus árboles, arbustos, enredaderas, matas y prados se puedan reemplazar fácilmente cuando sea lo necesario; que todos se analicen como componentes de un todo y no solo sus distintas partes por separado;  económico al ser menor la inversión en plantillas, abonos, agua, energía y mano de obra, tanto en su siembra como en su mantenimiento; que facilite que los lotes aún sin construir sean zonas verdes provisionales aunque no públicas; y que sea un paisajismo de emplazamiento progresivo y corregible.

              Resistente: que no lo afecten irremediablemente los intempestivos cambios del clima; tampoco su ocasional maltrato o vandalismo por  parte de los transeúntes; que esté de acuerdo con la topografía, calidad del terreno, posibilidades de irrigación y presencia de las construcciones cercanas; que considere las redes de los servicios públicos tanto aéreas como subterráneas; que reutilice las aguas servidas si es posible y siempre las de la lluvia para su irrigación, y que esta sea por goteo y no siempre por aspersión.

              Regional: que corresponda a la geografía, historia y presente en cada ciudad; que sea local de cada sitio pero que su variedad y combinación sirva para identificar cada lugar al contemplarlo en la ciudad; que considere los usos y formas de la arquitectura y el urbanismo existentes a los que acompañará; que responda al plan vial y el de ocupación y uso del suelo, existentes o posteriores, previendo sus posibles cambios predecibles en el futuro; que reutilice en lo posible la vegetación ya existente.

              Resiliente: que las plantas a utilizar tengan capacidad física para recuperar su estado anterior cuando cese lo que los ha perturbado debido a situaciones inesperadas; que soporten la ocasional falta de los recursos requeridos para su mantenimiento; aguante los fuertes cambios de clima; supere la falta de interés de autoridades y ciudadanos; que su imagen y significado no sea olvidada con el paso de los años; y que sea un positivo intermediario entre el urbanismo y la arquitectura.

              Recreativo: según lo que sea lo más indicado para cada edificación, calle, avenida, paseo, parque o zona verde; que ayude a que esos espacios privados o públicos sean divertidos y muy gratos según las tradiciones, usos y costumbres de  la ciudad, entendida esta como un todo urbano, arquitectónico y paisajista; que por lo tanto incida pertinentemente en sus funciones; y que se considere estéticamente para que sus formas, colores y ritmos sean comprensibles y emocionantes para propios y visitantes.

Benjamin Barney Caldas

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011.