Los que van a pie por una vía de circulación, que es como el Diccionario de la Lengua Española, DLE, define a los peatones, cada vez son las personas más respetadas en las mejores ciudades, en las que todos sus muy diversos habitantes y visitantes caminan casi siempre por los andenes de sus calles, avenidas, paseos, plazas y parques; y en las calles exclusivamente peatonales, el paso de vehículos es local, muy escaso y restringido a ciertas horas.

          Los andenes, son por supuesto los más utilizados junto con el transporte en taxis y vehículos de uso público; suelen ser amplios, llanos, arborizados y con discretas señales táctiles para los invidentes, iluminados, pero sin postes de redes aéreas ni otros obstáculos; y los más anchos cuentan con sencillas bancas a su largo para descansar o esperar.

          Los pasos peatonales en vías sin mucho tránsito solo están demarcados con dos líneas blancas cruzando la calzada, y los peatones los pasan bajo su responsabilidad cuando no se aproximan vehículos, pero cuyos conductores deben estar atentos a la señal que los anuncia.

          Los pasos a mitad de cuadra igualmente deben estar señalizados y demarcados, pero en lo posible deben ser evitados o, por lo contrario, destacados como cruces importantes si es que realmente lo son, como a la entrada de un edificio o parque simbólico.

          Los cruces más frecuentes en todas las ciudades están en las esquinas conformadas por el cruce de dos vías, y tienen rampas curvas y amplias, que son muy suaves cuando los sardineles son bajos, los que entonces cuentan con un material y textura que los identifique.

          Los llamados pasos pompeyanos, en recuerdo de los existentes en la Pompeya romana, son cruces más importantes a nivel de los andenes que llegan a ellos, y los peatones tienen prioridad sobre los vehículos, y cuentan con un suelo diferente al de las calzadas.

          Las llamadas “cebras” son pasos peatonales más importantes, demarcados en la calzada por amplias fajas blancas de un lado al otro, y de ahí su nombre; una señal alta los anuncia a los conductores, y una demarcación en el suelo les indica donde detenerse.

          Los cruces semaforizados son de obligatorio cumplimento por parte de peatones y conductores, pero algunos cuentan con un botón para acelerar la luz verde para los peatones, o entre ésta y la roja hay una señal amarilla intermitente que les indica que pueden cruzar si no vienen vehículos.

          Finalmente, los cruces peatonales a dos niveles ya sean aéreos o subterráneos, deben contar con largas y suaves rampas, o con ascensores para las personas con diversos problemas para subir o bajar por sus escaleras; en lo posible, y recomendable, deben ser los vehículos los que bajen y no los peatones que suban.

          Todo lo anterior se encuentra cada vez más en más ciudades por todo el mundo, por supuesto con algunas diferencias, pero que pronto se entienden, y son cada vez más comunes en todas ellas evidenciando su conveniente internacionalización debida al turismo, como al incremento creciente del transporte público y la reducción del uso del carro particular. En conclusión, el peatón es básico en la planificación, urbanismo, paisajismo y arquitectura de las ciudades.

Benjamin Barney Caldas

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011.