En Colombia tenemos la costumbre de disfrazar los problemas que nos ocurren con suaves palabras o no llamando a las cosas por su nombre, talvez para ocultar la dura realidad de lo que pasa con el actual desgobierno.
Así llamamos guerrilleros a unos narcotraficantes, que, para mantener su negocio de exportar la coca, asolan a muchas regiones del país, combaten a la fuerza pública y asesinan a gentes honestas y líderes sociales que no aceptan su delincuencia.
Llamamos capitales fósiles a empresas que con grandes esfuerzos de sus gestores y a través del tiempo, no de días sino de años, han creado compañías que dan empleo de calidad y generan recursos que benefician a la sociedad.
Llamamos estallido social a los actos vandálicos de unos desadaptados que, culpando a los supuestamente ricos, los empresarios, de no darles empleo, salieron a destruir el patrimonio público que a ellos también les sirve. Es decir, en vez de decirle a la juventud que debe prepararse, estudiar y formarse para ejercer un oficio o profesión de forma lícita, culpan a otros de lo que debieron prever sus padres antes de traer seres al mundo. Engendrar un hijo conlleva la obligación moral y la responsabilidad de tener la posibilidad o seguridad de que a ese nuevo ser se le puede sostener y educar. Eso ya lo predicó Cicerón muchos años antes de Cristo.
Y siguen los eufemismos por doquier, como predicar la Paz Total, que ni es paz ni es total; otra mentira para que, mientras se realizan inocuas conversaciones sin la voluntad de los narcotraficantes de dejar ese lucrativo negocio y con ceses al fuego bilaterales, estos delincuentes siguen creciendo por doquier, apoderándose con violencia de los territorios que necesitan para procesar o exportar la coca.
Otro eufemismo es la palabra cambio, de la cual nunca se nos informó que era para acrecentar nuestros problemas. Cambiar por cambiar, sin estudios serios y con cifras, tienen hoy a Colombia al borde del precipicio y el cambio para vivir sabroso nunca llegó.
El Planeta Tierra tiene una capacidad definida para mantener una población sin agotar sus recursos. Tristemente ello no se atiende y se disfraza con otro eufemismo, el crecimiento económico, que después de superar el equilibrio entre el consumo de los recursos y su reposición, solo destruye o agota la capacidad de la Tierra de recuperarse. En los tiempos primitivos, cuando las tribus agotaban los recursos de un lugar, se mudaban y la tierra se recuperaba, hoy esa posibilidad por la sobrepoblación no es posible. Es deber de los humanos encontrar ese punto de equilibrio entre población y capacidad de la tierra de alimentarlos y es la realidad ante la superpoblación, para no seguir siendo alegres como la cigarra que canta sin pensar en el mañana, que ya es hoy.
Si en Colombia empezamos a llamar a los problemas por su nombre, quizá podamos caminar hacia posibles soluciones a los problemas que tanto nos agobian.