En términos generales el lenguaje es un sistema de signos que sirve de instrumento para comunicarse y conservar el producto de la cultura espiritual ligada a las acciones que desarrollan los seres humanos en la vida social, a través de los cuales se intercambian conocimientos, experiencias, hábitos, costumbres e impresiones, que tienen por fin ordenar la actividad humana en sus diferentes aspectos, ya sean estos de carácter económico, político, social, ambiental, cultural, tecnológico, etc.
El lenguaje se ha convertido con el correr de los tiempos en un instrumento fundamental de comunicación en todas las esferas de la vida social convirtiéndose en un receptáculo del pensamiento corriente, crítico, científico, tecnológico.
En el caso concreto de la actividad política, el lenguaje constituye una herramienta fundamental de comunicación con el pueblo no solo desde el punto de vista del conocimiento de sus necesidades, sino del influjo que este produce en la mente de las personas a quienes incluso se les seduce con las palabras y las promesas que en materia política ofrecen los dirigentes, sin que en muchos casos se profundice en su verdadero contenido, generándose con ello un engaño a los ciudadanos que no se toman el trabajo de desentrañar de los discursos de los políticos lo que en el fondo representan y defienden como voceros de la comunidad, particularmente durante las campañas electorales.
Ahora bien, el lenguaje altisonante y sectario de algunos dirigentes políticos generan a la postre desconfianzas e incertidumbres en el seno de las comunidades, pues casi siempre están acompañados de acciones que desdicen de las reglas y principios básicos de la comunicación social y política.
En definitiva, se trata de aquellos dirigentes políticos que se sienten superiores a sus correligionarios y depositarios de la verdad absoluta, con quienes no se puede controvertir el pensamiento, en tanto no admiten la crítica ni la autocrítica con el fin de corregir posibles errores en la utilización del lenguaje como medio de comunicación, ya que tan solo aspiran a que se le rinda culto a su personalidad.
En nuestro país no son pocos los dirigentes que han convertido la comunicación con los ciudadanos en un medio y en un fin en sí mismo para promover controversias inútiles, amén de generar odios y resentimientos que tienden a profundizar las contradicciones y fomentar nuevos conflictos que tan solo contribuyen a enrarecer el ambiente, en tanto que aborrecen la lucha ideológica y política que se libra en la sociedad entre los diversos sectores politícos con diversos pensamientos, siendo dicha lucha esencial para crear conciencia en el seno de las masas, más allá de los simples arrebatos y acciones anarquistas de algunos sectores pseudo revolucionarios.
Nuestros dirigentes no son ajenos a toda clase de prácticas y a la utilización de un lenguaje procaz e insultante que se expresa incluso desde las alturas del poder del Estado generando hondas repercusiones políticas que invitan a la confrontación de las palabras, pero también entre los gobiernos que pueden traer consigo grandes tensiones para los nacionales colombianos.
Nuestra invitación a los dirigentes políticos es la de moderar el lenguaje sin renunciar a sus ideales y acciones políticas que a su vez expresen por igual los intereses de las mayorías por un cambio real de la sociedad donde el respeto a la vida, la paz y la democracia, constituyan el faro que ilumina la conciencia de los colombianos y las acciones a seguir por la transformación de las costumbres políticas en aras de sus propios ideales y aspiraciones de cambio.