Una vez que Jorgito se sentó en una banca del parque central de la ciudad en la que vivía y a la espera de que llegase un amigo con quien había convenido encontrarse en dicho lugar, pasaban las horas de manera inexorable y su amigo no llegaba, mientras poco a poco comenzaba a caer la tarde haciéndose más oscura y brumosa. Jorge entre dormido y despierto comenzó a percibir a lo lejos una figura vestida de negro que se le acercaba lentamente y una vez frente a éste le dijo: Soy la muerte y vengo por ti porque se acabó tu tiempo de vida en este mundo. Jorge que era una persona calmada y tranquila, le contestó de viva voz, tu no me intimidas en lo más mínimo. A todo lo cual le contestó la muerte: vengo por ti porque tu como los demás seres humanos no son más que simples mortales. Inmediatamente Jorge le respondió: estás equivocada pues la razón que esgrimes tan solo es válida respecto de la existencia física de los seres, más no de su esencia material que no está al alcance de tu poder, pues la materia de la cual está compuesto todo lo existente en el universo no tiene principio ni tiene fin, ya que no ha sido creada por nadie ni tampoco se destruye por sí misma, sino que se transforma en medio del espacio infinito y del tiempo eterno. Pero tu cuerpo, replicó la muerte, está unido a tu alma que anima tu existencia, la cual tiene un carácter inmortal. A lo cual, Jorgito le replicó: estás nuevamente equivocada ya que la existencia del alma o del espíritu depende del cuerpo y se extingue cuando este deja de existir, aunque no obstante agregó Jorgito, el alma o el espíritu no morirán mientras trascienda en el tiempo y las generaciones se encarguen de que este permanezca a través de las ideas y de las acciones de las grandes personalidades, del alma de los pueblos, naciones y Estados y de todos aquellos momentos y acontecimientos que nos caracterizan como seres humanos y a la vez nos identifican y diferencian como exponentes genuinos de la especie humana. Ante semejante reflexión socio-filosófica, la muerte revestida de su poder de decisión absoluto arremetió contra Jorgito a quien de manera categórica le dijo: tu no podrás impedir que acuda al llamado del suicida ni de aquel que conscientemente me pide que ponga fin a sus angustias y sufrimientos materiales o espirituales. Con esta diatriba la muerte trató de justificar su necesidad natural y social y de alguna manera socavar los brillantes argumentos de Jorgito. Este le replicó de manera tajante que hechos individuales como estos no comprometen la voluntad de vida ni la existencia en general de los seres humanos que cada vez consiguen ampliar su margen de vida de la mano de la ciencia médica y de las tecnologías y erradicar las enfermedades y los sufrimientos de la humanidad potenciando su existencia social e individual.
Ya no hubo más palabras y la interlocución entre Jorgito y la muerte se terminó al tiempo que esta se retiraba sin lograr su cometido, dejando en aquel la sensación de haberle ganado la partida en una apuesta por la vida.
No había transcurrido mas de una semana desde el día en que a Jorgito se le apareció la muerte en el parque en donde acostumbraba descansar, cuando de nuevo surgió la parca portando un voluminoso libro de pastas negras de donde emanaban vaporosos mensajes que se dispersaban en un ambiente de misterio y de soledad, la cual se acercaba paso a paso al lugar donde se encontraba Jorgito. Este sorprendido con su presencia le preguntó: ¿a qué vienes esta vez? La muerte le respondió, vengo a que me expliques ¿por qué tu afirmas que al morir una persona se extingue el alma o el espíritu? Para Jorgito este asunto no solo tiene implicaciones religiosas sino filosóficas las cuales demandan de ciertas reflexiones y así se lo manifestó a la muerte, que finalmente resolvió escuchar pacientemente a Jorgito, quien de manera pausada comenzó afirmando que en principio habría que plantearse desde el punto de vista filosófico si lo que denominamos alma o espíritu o simplemente la conciencia, constituye el factor esencial y determinante de la existencia de los seres humanos o sí por el contrario, es la materia de la cual están
compuestos todos los objetos, fenómenos y procesos existentes en la naturaleza, en la sociedad y en el pensamiento es lo primario y determinante y por tanto, el alma, el espíritu o la conciencia tan solo tienen un carácter secundario y derivado, ya que sin materia estos no pueden existir. Y por tanto no es posible concebirlos separados de la muerte ni tampoco considerarlos como provenientes de un ser sobrenatural o espíritu universal que supuestamente se manifiesta a través de todo lo existente en el mundo y en la historia de la humanidad -dice Jorgito-. No obstante, algunos filósofos, psiquiatras y psicólogos al tratar de fijar su posición frente a esta cuestión, han llegado a la conclusión equivocada de afirmar que la conciencia -el alma, espíritu- es producto del cerebro, lo que deviene de su concepción simplemente naturalista. En la antigüedad se pensaba, ante la incapacidad para desentrañar las causas que originaban los sueños, que el alma abandonaba el cuerpo para vagar por diferentes lugares, al igual que la muerte que era considerada como una variedad del sueño, en lo que el alma, el espíritu se separa del cuerpo sin retornar a este por diversas razones. Dichas opiniones -continúa manifestando Jorgito-, fueron retomadas por determinados filósofos y religiosos, que afirmaban que el alma, el espíritu de los seres humanos era algo sobrenatural e independiente del ser ya que no solo no dependía de la materia, sino que determinaba todo lo existente en el universo y en la vida humana. Se ha demostrado que el alma, el espíritu, la conciencia no surge como resultado de la evolución de cualquier materia, tal como ha sucedido con algunos animales, sino de aquella altamente organizada como consecuencia del proceso de evolución de los seres humanos, de los cambios cuantitativos y cualitativos del cerebro, que permiten mediante las sensaciones, percepciones y representaciones, reflejar en nuestra mente el mundo que nos rodea. De esta manera el cerebro se convierte en el órgano de la conciencia, de la vida espiritual que surgió bajo el influjo de la actividad laboral y del conjunto de las relaciones que establecen los seres humanos con la naturaleza y la sociedad. Jorgito no había terminado sus argumentos cuando de manera inesperada surgió una especie de neblina que cubrió todo el ambiente en medio del cual se esfumó la muerte que finalmente llevó a Jorgito a suponer que la desaparición de la muerte se debió en definitiva a la contundencia de sus argumentos. De regreso a su casa, Jorgito piensa para sí mismo cuánto y cómo podría estar equivocada la muerte así como el común de las personas sobre las cuales pesan las concepciones idealistas y religiosas imperantes en la sociedad, pero que en la medida en que consultan los logros que nos ofrece la historia, la experiencia práctica y el conocimiento científico comprenden entre otras cosas que todo lo existente en la naturaleza y en la sociedad tiene principio y fin al igual que los seres humanos, en tanto que la materia de la cual están compuestos no se crea ni destruye sino que se transforma constantemente, existiendo en continuo movimiento, ya que es infinita en el espacio y eterna en el tiempo. Mientras tanto, Jorgito se reafirma en sus pensamientos y considera que gracias al desarrollo de las ciencias como la química, la física, la biología, la genética, la psicología, la sociología y el aporte de las nuevas tecnologías es posible contar con un extraordinario avance en la prevención y curación de las enfermedades y con ello lograr que la existencia de los seres humanos pueda prolongarse en el tiempo y en el espacio, más allá de las pretensiones de la parca que nos acecha en las diversas etapas de la vida y a la cual cada vez le ganamos la partida en medio de lo que podríamos calificar como una verdadera apuesta a la vida.
Este cuento escrito en dos partes fue posible gracias a la colaboración decidida y enriquecedora de mi esposa Luz Betty Jiménez de Borrero.