A pocos días de iniciarse el evento global de biodiversidad en Cali, con asistencia de 15.000 personas y 11 jefes de Estado; algunos plantean que la COP16 es un evento intrascendente. El mercado global exige fomentar y continuar viviendo de la devastadora fractura hidráulica, quemar más combustibles fósiles, a pesar de las advertencias de ONU y de su Panel de científicos climáticos, de las expresiones y gritos diarios del planeta herido. Pero los 8 mil millones de habitantes de la tierra y millones de especies de flora y de fauna dependen para sobrevivir de tener un aire respirable, agua limpia, los suelos vivos, de nuestras acciones en armonía con la naturaleza y de evitar la autodestrucción.
Dependemos de un Acuerdo global vinculante y acciones inmediatas de todas las naciones, para conservar la biodiversidad amenazada en ecosistemas marinos, fluviales y terrestres. De reducir las emisiones de CO2e, adaptar los ecosistemas a las condiciones limitantes para la vida que nosotros hemos creado. El calor insoportable, de los incendios que destruyen selvas y bosques reguladores del clima y del caos social que cunde en la tierra. Más la amenaza latente de la autodestrucción con una guerra termonuclear agresiva, que sumada a las olas de calor insoportable, al crepitar del fuego y los hervores del agua, traería sufrimientos indecibles para los niños del mundo y para toda la humanidad.
Nuestras emisiones de GEI, elevaron el contenido de carbono equivalente hasta 424 partes por millón, atrapan las radiaciones infrarrojas, energía y calor excesivo y acidifican el mar. Están causando miles de muertes de seres humanos en la India, Pakistán, Irán, México, España, Francia, Portugal, Grecia, USA. Las especies animales y vegetales cambian sus costumbres, se adaptan al calentamiento, en cambio muchos seres humanos dicen que es cuento chino, nos invitan a ignorar las severas advertencias del clima y continuar por el sendero del carbono.
Sobre los 40 grados C se altera el metabolismo, el ritmo cardíaco, la presión arterial. Ya los padecemos en sitios de Colombia. Sufrimos golpes de calor y temperaturas insoportables sobre 40C en Colombia, 56 C en Kuwait, 56 C en el Desierto de La Muerte California, 56 C en Kuwait, 57 C en Hermosillas México, 63,2 C en Río de Janeiro y 80 C en Sonora México. Millares de colonos prenden fuegos en la Amazonía, en selvas y bosques movidos por la ambición, creando el preámbulo de una tragedia global.
Los excesos de carbono equivalente disuelto acidifican el mar; H2O+CO2:H2CO3, que corroe la quitina de los crustáceos. Las frías profundidades abisales exhalan metano. Empezaron a colapsar las corrientes marinas quintaesencia de la energía y la vida del mar. El derretimiento de los glaciares Árticos amenaza osos polares que mueren de hambre, morsas, zorros, belugas cantoras, focas, búhos. El calor de las aguas marinas aniquila fitoplancton bioluminiscente y zooplancton, el 36% de las especies de corales blandos y pétreos. Miles de salmones, de arenques, esturiones, bacalaos, ostras, mejillones mueren hervidos y asados. Los plásticos arrojados y vertidos al mar crearon siete islas gigantescas y trillones de sus micropartículas ahogan tortugas verdes y de carey, petreles pelícanos, albatros, tiburones, delfines, manatíes…
A pesar del fuego en millares de focos de las selvas lluviosas y de las humaredas desatadas, de lluvias, huracanes y tornados devastadores, empresas petroleras proyectan más explotaciones en el Ártico y La Antártida que se fracturan y deslíen. En 30 millones de hectáreas de la alta Amazonía y El Gran Pantanal que arden cada septiembre y cada año. En el Escudo selvático guyanés, en los mágicos y biodiversos pantanos de Okavango, en la selva lluviosa del torrencial río Congo castigada por las guerras del niobio, oro, el coltán y los diamantes de sangre, en la selva lluviosa de Papúa Nueva Guinea. Concentramos impactos en los principales sumideros de carbono y generadores del oxígeno de nuestro planeta azul que ha empezado a cambiar de color y es más árido e inhóspito.
Los ensayos con bombas de hidrógeno de 15 megatones; archipiélago de Las Bikini y de 50 megatones en Nueva Zembla rusa, en Mururoa y Fantafagua, demuestran que personas poderosas de nuestra especie inteligente parecen empeñadas en aniquilar ecosistemas frágiles, que exhalan más oxígeno, capturan más CO2e, generan más energía por su biodiversidad y regulan el clima y la vida en la tierra.
Vivimos atormentados por huracanes, tornados, por los calores excesivos, sequías prolongadas, vendavales de fuego, por las hambrunas y la nueva carrera armamentista y amenaza nuclear. Las mayorías silenciosas intuyen que superpotencias avanzan hacia la tercera confrontación mundial. Atizando las guerras regionales con millones de dólares y avivando los focos de conflictos en Ucrania, el horno eterno de Israel en Palestina, agudizado desde 1948. La guerra entre Sudán del Sur y Sudán del Norte. Sus juegos de guerra nos pueden condenar al peor castigo que podría sufrir la especie humana; la guerra nuclear.
Esperamos que la COP 16 de Cali Valle y la COP 30 de Bakú el emporio petrolero de Azerbaiyán adopten decisiones sabias, trascendentes y vinculantes para la supervivencia de la humanidad.