El nuevo poder popular que en la actualidad parece acaudillar el presidente Petro se identifica con el populismo liberal de vieja data que busca cambiarle el rostro al sistema capitalista que atraviesa por una etapa de crisis general en el mundo globalizado, lo cual como es sabido, no es algo casual ni depende simplemente de las fuerzas económicas y políticas que dominan la sociedad actual.

El populismo liberal de nuestro tiempo al igual que en el pasado hace parte de amplios movimientos políticos que defienden conceptos como los de democracia, libertad e igualdad, socialismo, etc., en su lucha contra la explotación económica del trabajo, la discriminación social y la exclusión del pueblo o de determinadas clases o grupos sociales, frente a la incapacidad de los gobiernos para resolver los problemas que se presentan en la sociedad y en el Estado.

En el marco de las condiciones del régimen capitalista, los populistas tienden a coadyuvar las políticas económicas y sociales del régimen una vez logran afianzarse en el poder del Estado, en tanto que otros deciden no someterse a la hegemonía de las clases dominantes tratando de desmontar las políticas de los gobiernos neoliberales que han sido derrotados en la lucha político electoral por el pueblo, procediendo a adoptar medidas en favor de los trabajadores y de los sectores más vulnerables de la sociedad, sin que con ello se modifiquen las bases mismas del sistema capitalista.

Para los líderes populistas la voluntad del gobernante se identifica con la voluntad del pueblo e interpreta sus deseos y necesidades independientemente de los antagonismos de clase que se manifiestan en la sociedad. En términos generales los gobiernos populistas utilizan las reformas para introducir algunos cambios en el orden económico, político, laboral, de salud, justicia, impuestos, etc., asistencialismo y de carácter constitucional, con miras a ampliar la democracia participativa de los ciudadanos en la vida de la sociedad.

Dichas reformas tienden a atenuar o a amortiguar las contradicciones sociales sin erradicar las causas que las generan, aplazándose de esta manera la solución real y concreta de los problemas de las clases y grupos sociales pertenecientes a los sectores medios y populares de la sociedad.

Esto sin embargo no significa en modo alguno que deben rechazarse de plano las reformas, sin entrar a considerar aquellos aspectos positivos relacionados con conquistas y reivindicaciones de los trabajadores y demás sectores sociales que permitan avanzar hacia el progreso, la aclimatación de la paz, la ampliación de la democracia y del bienestar general; lo que no debe retrasar el cumplimiento de las tareas cardinales que desarrolla el pueblo en su lucha por el verdadero cambio social.

Los partidarios del populismo liberal que han logrado en coalición con otros partidos y movimientos políticos de estirpe social demócrata o de la izquierda radical ascender al poder del Estado, aseguran que el futuro de la sociedad dependerá en fin de cuentas del modelo que se adopte para gobernarla, el cual recoge por lo general los aspectos esenciales del régimen capitalista con algunas modificaciones producto de la lucha social que no afectan su estructura económica material sobre la cual se sustenta la política del régimen en sus diferentes formas y manifestaciones ideológicas y políticas.

El presidente Petro en sus intervenciones ha expresado qué de no aprobarse las reformas de la salud, laboral y pensional, convocará a una Asamblea Nacional Constituyente para que sea el pueblo el que las avale con su participación a través de los denominados Consejos Comunitarios, con lo cual se sustituirá el orden constitucional por el poder constituido del pueblo como una expresión de la democracia popular, la cual está por encima de los viejos poderes constituidos que se oponen al cambio social.

Esta advertencia sin embargo ha desatado el rechazo de diversos sectores de la opinión pública e incrementado la polarización entre el gobierno y la oposición, lo que finalmente influirá negativamente en la realización del “diálogo nacional” del que se viene hablando y de llegar a determinados consensos en torno a las políticas relacionadas con la reactivación económica, la reforma agraria, la paz y la seguridad y de otras políticas de carácter social que tanto reclama el gobierno nacional.

La práctica de concentrar y centralizar el poder en el ejecutivo conduce necesariamente a transitar por caminos que llevan a los gobernantes a generar en este caso nuevas violencias con las cuales se desbordará todo cauce institucional y acabar con todo vestigio democrático que a su vez es reemplazado por procedimientos antidemocráticos, producto del “autoritarismo” del jefe o caudillo a quien sus adalides terminan rindiendo culto a su personalidad.

Otra cosa por supuesto, es optar por los caminos de la revolución social que implica la toma del poder por las fuerzas revolucionarias que se enfrentan al gran poder del capital financiero nacional e internacional, para desde el Estado hacer los cambios para lo cual es indispensable tener en cuenta el conocimiento de la realidad social como las experiencias de otros pueblos en su lucha por construir una sociedad mas justa y equitativa, conjuntamente con el respeto de los derechos humanos, la ampliación de la democracia, la consecución de la paz estable y duradera, el progreso y el bienestar general y la protección de la naturaleza.

Luz Betty Jiménez De Borrero / Pablo A. Borrero V.

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