ESPAÑA Y SU ARQUITECTURA, SIGLOS XV Y XVI
“Por Castilla y por León / Nuevo Mundo halló Colón”
Palabras que Cristóbal Colón hizo poner en el escudo de armas que le concedieron los Reyes Católicos
El Cristianismo, el Idioma y la Arquitectura son los tres grandes legados que España ha dejado en este vasto continente… La Arquitectura para la América Hispana es un arte decisivo que se impone y señorea sobre todo el continente, marcándole con una huella indeleble.
Fernando Chueca Goitia
Al superponerse lo visigodo a lo hispanorromano, el rasgo más característico de la arquitectura española será la oscilación y la síntesis entre una corriente propiamente hispánica, de carácter oriental, y la evolución general de la arquitectura europea. Este rasgo se manifiesta en la concepción espacial y el tratamiento del muro, primordiales en la forma arquitectónica. De un lado, espacios independientes, autónomos y ortogonales, con muros cuya decoración es a tectónica, y, del otro, espacios homogéneos de ejes rectilíneos, con muros cuya decoración parte de la estructura. Ya desde el siglo V hay una evolución de los esquemas hispanorromanos y paleocristianos hacia estructuras de mayor complejidad espacial, de influencia sirio-bizantina. Se parte de la planta basilical, para llegar a complicadas plantas cruciformes, inscritas en rectángulos, pasando por la disolución de la basílica al introducirle espacios autónomos. Es original el uso de testeros planos, la utilización tectónica del arco de herradura y las bóvedas que culminan cimborrios. En la decoración, al lado de animales y vegetales de origen oriental y tradición romana, aparece la figura humana.
Pero dos hechos desviaron nuevamente el desarrollo de España y su arquitectura: en el siglo VIII la invasión islámica y en el XV el descubrimiento de lo que se llamaria América. El primero le impidió ser plenamente feudal y plenamente gótica; el segundo, su avance hacia el capitalismo, y el que su arquitectura renacentista no evolucionara a la par con la del resto de Europa hasta el siglo XIX. Rasgo este característico de la arquitectura española y de la de sus colonias más atrasadas y pobres y con menos antecedentes prehispánicos, como es el caso de la actual Colombia.
En el siglo VIII residía en la península Ibérica la mayor, más rica y más culta comunidad israelita del mundo y el sector más numeroso de su sociedad, constituyendo prácticamente un estado dentro del Estado. Sin embargo, descontentos por las crecientes expropiaciones y persecuciones de los visigodos, inútilmente reprobadas por la iglesia, los judíos españoles colaboraron a la rápida conquista del Islam y se incorporaron al naciente Estado hispanomusulmán, también como un estado dentro del Estado, contribuyendo a su florecimiento de los siglos IX al XII, aunque nunca hubo una verdadera fusión cultural, social o económica.
Las construcciones áulicas asturianas y catalanas, herederas de la tradición hispanorromana y visigoda, y enriquecidas por influencias carolingias, mantienen tras la invasión islámica las cabeceras planas y la compartimentación espacial, y en ellas prevalece la planta basilical, pero se busca una nueva verticalidad, se sustituye el arco de medio punto por el peraltado, se consigue una ordenación espacial mas europea, un nuevo sentido rítmico del muro y una original relación entre exterior e interior. Al lado de una decoración pictórica de tradición romano-bizantina, la escultura muestra rasgos germánicos. El uso de la bóveda de cañón, con fajones y contrafuertes exteriores, es un precedente de las composiciones rítmicas de la arquitectura cristiana posterior.
Por su parte, los musulmanes asimilan y desarrollan la arquitectura preexistente con un nuevo criterio de raíz religiosa, mediante la columna de tradición romana, el arco de herradura y de entibo, los cimborrios y el juego cromático de materiales. Durante el califato la obra más importante es la Mezquita de Córdoba, con sus diversas ampliaciones entre el 786 y el 987. En ella la compartimentación del espacio se manifiesta en el efecto de pantalla que crean las numerosas filas de muchas columnas y los arcos superpuestos que sostienen las cubiertas. La sucesión de espacios culmina en la maqsura y el mihrab, cuyas cubiertas independientes son de bóvedas de arcos cruzados que, aunque no se cruzan en el centro, son posibles precedentes de las bóvedas de crucería cristianas. Los perfiles se quiebran y se dividen en su entrecruzarse en los arcos lobulados, y la decoración romano-bizantina de temas vegetales se extiende sistemáticamente, plana y sin solución de continuidad, en puertas e interiores, llegando a ocultar los elementos constructivos.
En los territorios reconquistados por los cristianos la arquitectura continuó vinculándose directamente con las corrientes generales europeas. El románico muy temprano depende en Cataluña de formas lombardas en sus plantas basilicales, torres de planta cuadrada y cilíndrica, fajas y arquillos, ábsides semicirculares y pilares, e introduce la decoración escultórica. Siguiendo los caminos de la peregrinación se extiende la influencia del románico francés. Algunas catedrales muestran rasgos inequívocamente franceses, pero con un desarrollo de la escultura figurativa que supera a la del resto de Europa. A partir de las directrices cluniacenses de la peregrinación, durante el siglo XII, el románico castellano se transforma al contacto con las tradiciones hispanomusulmanas (cimborrios de arcos cruzados no en el centro, bóvedas gallonadas, arcos lobulados y de herradura o entrelazados) y orientales (cúpulas, ciborios, plantas de simetría radial). A lo largo de la región del Duero se desarrolla esta nueva y típica variante románica, en la que es patente la influencia mudéjar.
Aunque el arco apuntado aparecía ya en la catedral vieja de Salamanca y las bóvedas de crucería tenían una larga historia en la península, las primeras estructuras ojivales no góticas no surgirán hasta la llegada de la orden cisterciense, en 1131. Sus edificaciones, de origen borgoñón, oscilan entre el romántico, como en el monasterio de Poblet en Tarragona, de 1166 a 1190, y el gótico. Los esquemas planimétricos en T, las capillas cuadradas abiertas en el crucero, las ojivas, la desornamentación que solo admite temas vegetales, el cambio de organización monacal respecto al de las casas cluniacenses, etc., están en concordancia con los rasgos de los núcleos matrices y la paulatina penetración de elementos ya góticos. El gótico francés aparece por primera vez en la península en Cataluña, Valencia y Baleares, paralelamente a algunos edificios del sur de Francia, y entra plenamente con las catedrales de Burgos, de 1222, y León, de 1255, pero comienza a ser transformado por lo hispánico ya en la Catedral de Toledo, de 1226, como lo demuestran los arcos lobulados y entrecruzados de su ándito. Si en los proyectos debió aceptarse la rigurosa axialidad rectilínea, el ritmo continuado de los tramos, la ascensión vertical, la transparencia los muros, la unidad de la planta, los coros centrales, la tendencia a la horizontalidad, la reducción de los vanos y la proliferación de dependencias periféricas y autónomas, hicieron pronto que las grandes catedrales góticas españolas paulatinamente se alejaran de los modelos iniciales hacia conceptos estéticos propiamente hispánicos. El procurar espacios más unitarios, amplios y transparentes, trajo como consecuencia la reducción de las diferencias de alturas de las naves y del tamaño de los soportes; y la supresión de las naves laterales, sustituidas por capillas entre contrafuertes. El paso de una a otra solución se pone de manifiesto en la Catedral de Gerona, comenzada en 1312, con tres naves que se unificaron en 1416, para dar lugar a la nave mas ancha de la arquitectura europea. El nuevo concepto espacial, junto a la desornamentación y el carácter cerrado de los exteriores, se introdujo también en la importante arquitectura civil catalana, en las casas privadas del Barrio Gótico de Barcelona, y en algunos edificios públicos. A partir del siglo XV, la arquitectura gótica, asumida por los castellanos en la Reconquista, recibe un nuevo empuje gracias a las in-fluencias flamenca y germánica, siendo la gigantesca catedral de la recién reconquistada Sevilla, de 1402, el primer ejemplo de esta nueva tendencia hacia la planta-salón. A lo largo del siglo XV arquitectos de ascendencia nórdica asimilaron, en Toledo y Burgos, esquemas típicamente españoles con los cuales el gótico flamígero se extendiera en la península dando lugar al llamado estilo Reyes Católicos, y al nuevo modelo de hospital de planta cruciforme. El gótico se mantuvo durante el siglo XVI, en las edificaciones religiosas, aunque advirtiéndose ya cambios de origen renacentista en el concepto espacial y en el repertorio formal.
En el XV el descubrimiento de un Nuevo Mundo desvio a los castellanos del norte de Africa a un continente de magnitud y características desconocidas en el que su larga guerra se convirtió en una rapidísima conquista colonizadora que absorbió las energías de España hasta dejarla exhausta. El sentido misional cristiano, formado durante la Reconquista y en las persecuciones a los hebreos, fue traído al Nuevo Mundo junto con el transcendentalismo religioso, que sobrevivía en España a los grandes cambios del Viejo Mundo. Aqui se perpetúa buena parte de aquel mundo feudal que termina en Europa al tiempo que se amplía el conocimiento de lo real excitando la imaginación de los conquistadores y su curiosidad por lo desconocido. Se unen la sorpresa de lo inesperado, la fantasía de la utopía, el sueño del paraíso terrenal y el mito y el desconcierto, para explicar este “nuevo mundo”. Así se superpondrán durante mucho tiempo el mundo real y el imaginario. De otro lado, al crecer en el espacio España se estancó en el tiempo, como dice bellamente Rodolfo Puiggrós, paralizando un proceso que habría de conducir a Inglaterra y Francia a la revolución democrática burguesa, y determinando las formas sociales, económicas, políticas y religiosas atrasadas que impuso a sus colonias, las que mantuvo en estrecha dependencia. Su forma de ocupación territorial, su política, su economía y sus instituciones, propias de la baja Edad Media, se trasladaron a América; pero fueron la religión, la lengua y la arquitectura las herramientas unificadoras de un proyecto de imperio que España no logra alcanzar plenamente en la metrópoli pero si en América,
La monarquía hizo posible la unificación nacional española. A finales del siglo XV los distintos reinos del norte de la península se encaminaban hacia la monarquía absoluta, adelantándose al resto de Europa, la que se alcanzo con los Reyes Católicos. Esta transición del feudalismo al capitalismo colocaba a los reyes por encima de la nobleza de la que habían surgido y de los burgueses que los sostenían financieramente, actuando de mediadores en la lucha que libraban entre ellos y erigiéndose en árbitros y únicos beneficiarios del equilibrio social. Al tiempo, el poder del dinero crecía a expensas del poder de la tierra, disolviendo la economía feudal y unificando los reinos del norte a medida que la Reconquista avanzaba hacia el sur. Mahometanos y judíos de las regiones que iban ocupando los cristianos eran expropiados, y los que se salvaban de la muerte o de la esclavitud tenían que vivir como comerciantes, usureros y artesanos. Si por necesidad los señores cristianos caían bajo la dependencia de judíos o mahometanos enriquecidos, procuraban deshacerse violentamente de ella. Por su parte los reyes, siempre interesados en independizarse de los nobles y lograr el poder absoluto, se rodearon de funcionarios y administradores judíos y los emplearon en sus ataques al Islam. Pero el papado, en plena lucha por el absolutismo apostólico y la unificación católica, aspiraba a la posesión de España y no veía con buenos ojos que esta se consolidara partiendo de la convivencia de cristianos, mahometanos y judíos. Pero a pesar de los concilios, que prohibieron a los judíos y a los mahometanos cohabitar con los cristianos, Castilla seguía siendo el centro de la civilización judía. Al fortalecerse los reyes, mediante el sostén económico de los judíos y al adquirir éstos dominios territoriales, estallaron conflictos tan violentos entre cristianos y hebreos que los reyes se vieron obligados a tomar partido por los primeros. Sin embargo, mientras que en Francia e Inglaterra se expulso en esa misma época a los judíos, en España el feudalismo era demasiado débil y el poder de las comunidades israelitas demasiado grande como para que la monarquía se decidiera por una medida tan drástica. Los judíos siguieron siendo, hasta finales del XV, tratados de acuerdo con los intereses en juego y la relación de fuerzas de cada momento. Entretanto los mercados locales y regionales, a los que acudían musulmanes y judíos de la España islámica y de Francia y otras comarcas, permitieron a los judíos tener propiedades rurales desarticulando una economía y una sociedad fundadas los tributos, el trueque de bienes y la prestación de servicios personales. A la inversa, los mozárabes, se transformaban en campesinos libres al ser recuperadas las tierras por los cristianos. Y aunque pronto se tendía a hacerlos tributarios de nuevos señores, estas relaciones de dependencia directa se deterioraban con el auge del comercio. La economía rural y la economía mercantil coexistían solo en mutua oposición. y, como en el resto de Europa, era la burguesía la que estaba en condiciones de superar el feudalismo y crear nuevas relaciones precapitalistas. Pero la burguesía española estaba conformada por musulmanes y judíos, que amenazaban los privilegios feudales, y junto con el exterminio de estos sectores sociales por parte de la monarquía absoluta se aborto el desarrollo capitalista en España.
El feudalismo en España
En general, la sociedad estaba dividida en dos sectores: el estado llano, la burguesía y los siervos –que impulsaban la monarquía absoluta y la unidad nacional– y los nobles, altos dignatarios eclesiásticos y monjes –que se negaban a renunciar a sus privilegios y poderes locales– a los que los reyes atraerían a la corte para vigilarlos de cerca y aislarlos de sus feudos, ofreciéndoles honores, cargos, privilegios y remuneraciones. La nobleza castellana y leonesa se formó, como en general en Europa, en la guerra, el saqueo, el despojo y el sometimiento de los vencidos, y la servidumbre de su propia comunidad. Pero tuvo un desarrollo tardío, o no organizado. Su sentido del honor y del coraje encubrían su cuestionable moral, su desprecio del trabajo, su parasitismo y su escasa creatividad; gozaban de inmunidades, no pagaban tributos ni gravámenes, y disponían de sus propios séquitos y estaban rodeados de servidores y clientes. Solo los frenaba la fuerza de las hermandades y de los concejos municipales y el temor a las sublevaciones; pero se sentían con libertad para usurpar rentas, robar y asesinar a los burgueses, torturar a los siervos y matar a los judíos para no pagarles sus deudas. Y no tenían reparos en aliarse a los moros para destrozarse entre si, ni en desconocer la autoridad real cuando no los satisfacía.
Un Estado donde convivían esclavos moros, siervos cristianos, jornaleros, menestrales, artesanos, burgueses comerciantes y manufactureros, nobles de segunda y grandes señores, sufría muy dispares presiones. Durante la Reconquista los reyes castellanos oscilaron entre la burguesía y la nobleza. La creación de una nueva nobleza cortesana para reemplazar la antigua se acentuó a mediados del XV, y aunque fue neutralizada por los nobles tradicionales, éstos, vencidos, comprendieron que para salvar sus privilegios lo mejor que podían hacer era rodear al rey, hacerse cortesanos e impedir que los suplantaran. Estas contradicciones internas, que duraron ocho siglos, hasta el fin de la Reconquista, condujeron al desarrollo desigual de Castilla y León, mirando hacia el sur; y Aragón y Cataluña, hacia el norte y el este, al tiempo que la evolución hacia el estado nacional y el mercado único planteaba la unidad dinástica de Castilla con Aragón. Aunque más de una vez se emparentaron ambas monarquías, el matrimonio de Isabel y Fernando cobró excepcional importancia por el descubrimiento de América y su conquista colonizadora.
Con la caída del Califato de Córdoba y la aparición de los Reinos de Taifas la arquitectura hispanomusulmana busca nuevas posibilidades decorativas basándose en la complicación, multiplicación y acumulación (“barroquización”) de las formas heredadas de la arquitectura califal, llegando a ocultar completamente la estructura, convirtiéndose en falsas pantallas, y alcanzando extremos como el arco mixtilíneo. Las invasiones almorávide y almohade producen un corte brusco en la evolución de la arquitectura hispanomusulmána, y la influencia norteafricana sustituye la oriental. Durante el periodo almohade se revitalizan estructuras califales de bóvedas de arcos cruzados y alminares de planta cuadrada, y se tiende a una simplificación formal, a base de arcos angrelados y pilares poligonales y a una nueva valoración de las estructuras y del ritmo. La decoración cambia las formas vegetales por las geométricas mediante la sebqa, los medallones, las lacerías y los mocárabes.
Los Reyes Católicos
Al ascender al trono Fernando se convirtió en el más poderoso monarca de Italia, y Aragón en el reino más próspero de Europa. Pero pese a que era difícil destruir completamente su incipiente capitalismo, al asociarse a Castilla y con los cambios ocasionados por el descubrimiento, entro en un rápido decaimiento y se paralizó el desarrollo de las regiones más adelantadas de la península. Castilla, con problemas territoriales y en guerra contra los musulmanes, se oponía a la unión a costa del debilitamiento de los señores feudales, interesados en conservar la autonomía de cada uno de los dos reinos. Además, el equilibrio entre las clases sociales era incompatible con el predominio de una de ellas por lo que la monárquica única apuntaba a someter a la burguesía en Cataluña y a la nobleza en Castilla. Isabel y Fernando tuvieron resistencia en Castilla y Aragón, pero a finales del XV los señores fueron derrotados por el poder real centralizado. Las tierras se expropiaron y repartieron, los privilegios se anularon, se apresaron y deportaron los nobles, y se organizó el servicio militar obligatorio para un ejército nacional instruido por el Estado, que fue el que finalmente tomo Granada en 1492. Una vez eliminadas las fronteras entre Castilla y Aragón se busco establecer un mercado único con unidad de pesas, medidas y monedas, construcción de carreteras de los puertos al interior y entre las ciudades comerciales, proteccionismo aduanero de los textiles y prohibición de exportar metales. Pero a medida que avanzaba hacia el absolutismo la monarquía hipertrofiaba y corrompía las funciones del Estado. A la vez que no dejaban levantar cabeza a los nobles, atacaba la autonomía de las cortes y los consejos municipales, y los diputados y los concejales eran a menudo designado por ella.
Para completarse y afianzarse, la monarquía necesitaba unificar religiosamente una nación que estaba dividida en clases y regiones, y en la que convivían cristianos, judíos, mahometanos y conversos. Para ello los Reyes Católicos se valieron de la intolerancia, el dogmatismo y el fanatismo. Pero no podían confiar en una nobleza enemiga de un estado nacional y de una monarquía que no fuese su instrumento, y tampoco podían confiar en una burguesía que, pese a que era partidaria de la unidad nacional, era peligrosa para la estabilidad del trono. Solo podían confiar en la Iglesia, cuyo absolutismo proporcionaba el elemento ideal para unir desde arriba a los españoles, y que, españolizada, estaba dispuesta a servir a un estado monárquico absolutista y único. El cardenal Francisco Ximénez de Cisneros colocó a los eclesiásticos bajo mayor depen¬dencia de la corona, como lo hizo Gonzalo Fernández de Córdoba con los militares, y subrayó los límites entre los poderes espiritual y temporal reservando al rey el derecho a desconocer las bulas papales. Con la renovación de las costumbres y el restablecimiento de la disciplina, evito a la cristiandad española tanto el cisma como el protestantismo habilitándola para ser más tarde la vanguardia de la Contrarreforma. Si bien los Reyes Católicos tuvieron conflictos con Roma, España no llegó a implantar, como Inglaterra, una iglesia nacional independiente, ni a tolerar, como Francia, el protestantismo, conservando lo esencial del viejo orden: la dogmática y la relación del hombre con Dios y con la Iglesia. Finalmente emplearon la Inquisición para homogeneizar a España y exterminar a judíos y mahometanos. Las persecuciones del Santo Oficio se dirigieron a burgueses y plebeyos, y también al alto clero y la nobleza, sumiéndola en el atraso por su carácter reaccionario.
Mientras hubo en España un estado islámico no pudieron los monarcas cristianos prescindir de la ayuda económica de los judíos, y estos se esforzaron en servirlos, cuando no pudieron hacerlo para los musulmanes, para no ser maltratados. Pero inmediatamente cae Granada son expulsados de Castilla y Aragón. Los comercios, manufacturas y bienes muebles que dejaron en España pronto se dilapidaron como botín de guerra. No obstante prohibirles sacar de la península oro y plata consiguieron transferirlos a Francia e Italia en gran cantidad. Además la economía española sufrió daños irreparables pues los expulsados eran sus artesanos. Durante un tiempo la agricultura se restableció con la incorporación de los moros que quedaron, pero Cisneros ordenó su conversión en masa y luego prohibió su entrada en Granada y los expulsó de Castilla. Fernando adhirió a esa política represiva pero a pesar de prometer a los moros de Aragón respetarlos mientras viviese, las masacres de moros y judíos prosiguieron hasta alcanzar su máximo bajo los Austria.
La arquitectura nazarí del reino de Granada representa la culminación del proceso artístico hispanomusulmán. La Alhambra, construida a lo largo del siglo XIV, aprovecha las enseñanzas almohades siguiendo ejes continuamente quebrados en cuartos autónomos, que a su vez tienen axialidad ortogonal, derivados de Medina Azzahara a través del almorávide Castillejo de Monteagudo de Murcia, del XII, pero sus raíces siguen estando en la arquitectura califal. La compartimentación espacial se acentúa con diversidad de arcos-diafragma y arquerías-pantallas. Es uno de los grandes logros de la arquitectura mundial por la relación que se establece entre los jardines y estanques interiores a través de surtidores y atarjeas que cruzan las habitaciones formando fuentes en las que se reflejan las trabajadas cúpulas. En contraste con el carácter hermético y la desnudez adusta del exterior, la decoración acumulada en el interior recubre los muros y se adapta a la perfección al sentido intimista y recogido de esta arquitectura. Yeserías de atauriques vegetales, azulejos de geométricas lacerías, mocárabes, redes de rombos, medallones, etc. se acumulan, localizadas según su función, creando un ambiente de riqueza.
La influencia del arte hispanomusulmán en la arquitectura de la Reconquista genera el mozárabe, estilo que adopta las soluciones califales a las construcciones cristianas. Arcos de herradura, bóvedas de arcos cruzados y gallonadas. Espacios compartimentados se imbrican en edificios de variada planimetría con dobles ábsides, plantas poligonales y sucesión de espacios cuadrangulares, pero con el predominio de la organización axial de las basílicas. El mozarabismo se extendió tanto en territorio musulmán, como en el cristiano, desde Galicia a Cataluña. El mudéjar, por su parte, es una forma de tratar los estilos europeos desde la tradición hispanomusulmana y constituye la fusión de estas dos corrientes opuestas. Mudéjar se llamo al musulmán afincado en territorio cristiano pero los edificios mudéjares, si bien son obras cristianas, fueron levantados por alarifes de las tres religiones que conviven en la España medieval. La simbiosis del romántico, el gótico y el renacimiento, con el concepto espacial y el tratamiento del muro típicamente hispanos, engendra el románico de ladrillo, el gótico mudéjar y el Estilo Cisneros, términos en los que se ha dividido la arquitectura mudéjar pero que no agotan los grados de fusión de las dos grandes corrientes. Las diferencias regionales, la diversidad tipológica, y las distintas clases sociales que construyeron en mudéjar, hacen de este “estilo” la forma más peculiar de la arquitectura medieval española.
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Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011.