Como pertinentemente lo señala Manuel Rodríguez Becerra en su último libro: Presente y futuro del medioambiente en Colombia, 2023 (p. 416) “En las ciudades se juega gran parte del futuro ambiental del planeta y la calidad de vida de sus habitantes […] y se estima que la población urbana representará el 68% de la población mundial en 2050. [cerca de 9700 millones] Las ciudades son, a la vez, víctimas de la crisis ambiental global y originadoras de gran parte de esta crisis.” Pero en Cali la energía de paneles fotovoltaicos avanza muy lentamente, la eólica por ahora nada y de la hidroeléctrica a pequeña escala, la de mejor relación costo/beneficio, ni siquiera se habla.

              Aquí, además de energía solar en las cubiertas de muchas edificaciones, se podría iniciar la eólica a lo largo del nuevo eje urbano regional, norte-sur, ya propuesto en 2017, a partir del par vial de la 25/26, a los dos lados del actual corredor férreo, por donde iría el tren de cercanías en medio de la alameda más larga del mundo y una fila de grandes generadores eólicos para la energía que demandarían sus varias estaciones. Respecto a las hidroeléctricas pequeñas, estas podrían estar en los seis ríos que bajan de la cordillera y atraviesan la ciudad; y además varias minihidroeléctricas en los barrios con pendiente, y muchas microhidroeléctricas en los edificios altos.

              El agua de las lluvias que caen en la cordillera se podría almacenar en su piedemonte, antes de que hagan daños e inundaciones, mediante pequeñas represas, las que causarían poco daño ambiental durante su construcción, y que podrían ser diseñadas por parejas en línea: las de más arriba, más profundas, variarían su nivel y volumen con las temporadas de lluvia pero con poco impacto al medio ambiente, y alimentarían a las de abajo, más amplias, para que estas puedan conservar por más tiempo su nivel, y ser utilizadas para pequeñas hidroeléctricas; las que además podrían constituir bellos parques, con muchos árboles alrededor, cercanos a la ciudad para deportes y recreación.

              Por otro lado, la pendiente en la que están emplazados muchos barrios en Cali impide la inundación de sus calles cuando llueve mucho, pero tan frecuentes en la parte baja de ciudad, y permite que sus alcantarillados funcionen mejor, lo que hace posible instalar en sus partes más bajas minihidroeléctricas o de “agua fluyente” (consideradas como un nuevo tipo de energía renovable y muy utilizadas en otras partes) e incluso en algunos sectores de la ciudad hacer antes algunos pequeños reservorios en los parques existentes en la ladera de los tres cerros de Cali; por ejemplo, en la parte baja del Parque del acueducto, o uno más pequeño en el de La loma de la Cruz.

              Y en todos los edificios altos, especialmente los de apartamentos, se podrían instalar minihidroeléctricas, aún más pequeñas y económicas, y que ocupan muy poco espacio, las que funcionarían con las aguas de la lluvia y las servidas, antes de llevarlas al alcantarillado, que generarían energía al menos para la iluminación de sus áreas comunes. Y los nuevos edificios, ya obligatoriamente con sistemas sanitarios separados, deberían contar con dos: una para ser impulsada con las aguas contaminadas, y la otra con las aguas de la lluvia junto con las no contaminadas, las que después, si es posible, también alimentarían los reservorios de los parques más abajo.

Benjamin Barney Caldas

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011.