Por los parlantes de la aeronave se anunció a los pasajeros que se acercaba el momento de aterrizar en el aeropuerto internacional de Barajas, en Madrid. El vuelo había transcurrido sin mayores inconvenientes, salvo una parada técnica en la isla de Puerto Rico. Los pasajeros fueron llevados a una gran sala de espera mientras la nave era sometida a revisión. Días después se sabría que las autoridades españolas habían urdido lo de la parada técnica en la isla para subir a la nave una urna sellada que encerraba un sobre con el resultado del partido entre Real Madrid y Bayer Munich.
Como pasajero del vuelo 7011 de Iberia, procedente de Bogotá y con destino Madrid, venía Carlos Bortela, Gran Maestro de la Numerología y de los Pronósticos. Este gurú iría a presenciar el encuentro entre los equipos Real Madrid y Bayer Munich en el gran Bernabeu, estadio sede del onceno español, con un aforo de ochenta y cinco mil espectadores y cuyas localidades se habían vendido todas con bastante anticipación. El resultado secreto del encuentro viajaría en aquella urna que se mandó vía aérea a Puerto Rico con una semana de anticipación para ser recogida por el vuelo 7011.
II
Carlos Bortela mostró desde su más temprana edad el singular don con que nació y que se fue afianzando con el pasar de los años y le daría fama y fortuna. De pequeño fue consciente de esa singular virtud y la puso a prueba en muchas oportunidades, inicialmente sobre cosas sencillas pero que dejaban perplejos a quienes las presenciaban. Por ejemplo, ante un minúsculo grupo de espectadores, cerrando teatralmente los ojos, elevando el rostro y con los brazos en alto, declaraba: “Dentro de dos minutos, una persona con una camisa negra pasará por aquí”. Es que el muy ladino le apostaba a la muy alta probabilidad de que alguien, sin distingo de sexo –porque se cuidaba muy bien de dar mayores detalles– hiciera su aparición y se cumpliera su vaticinio.
Casos como este eran para él el pan de cada día, y fueron cimentado su prestigio de que era un elegido de los dioses, al punto de que empezó a ser consultado por sus compañeros sobre los resultados de un partido cualquiera o de un torneo de golf o de tenis, de carreras de caballos, de peleas de boxeo, de competencias de natación… en fin.
En honor a la verdad, Carlos Bortela no acertaba en los resultados que predecía merced solamente a su particular don. Se dedicó con ahínco a estudiar minuciosamente el desempeño de los equipos de fútbol, de básquet, de voleibol; igualmente el de los protagonistas en esgrima, en tenis, en ráquetbol, en tiro con arco, en tiro al jabalí, en carreras de canoas; así como los resultados de las carreras de autos y de caballos y el handicap de los ganadores. En definitiva, profundizó en lo relacionado con toda actividad y con todo deporte competitivo. Comenzó acopiando estadísticas de torneos locales en todos los deportes, a lo que se sumó con los días los de competencias nacionales, competencias universitarias, juegos interdepartamentales, juegos panamericanos, juegos mundiales, competencias de ciclismo, campeonatos de fútbol…, y tal cúmulo de información lo almacenó en su mente, como en un disco duro. En un momento determinado su cerebro relacionaba lo atinente con el desempeño a lo largo del tiempo de los protagonistas que se enfrentarían en tal o cual competición; y en el caso específico del fútbol, su mente repasaba, por ejemplo, una jugada maestra del jugador que anotó el tanto, quién le hizo el pase, cuántos jugadores contrarios esquivó; y en cuanto al que hizo el pase, analizaba cómo tomó posición nuevamente, y otros aspectos. Con tan poderoso recurso, su privilegiada mente podía burlar el azar y predecir con un alto grado de probabilidad el resultado… En el caso que nos ocupa, había vaticinado el marcador del juego por la final de la Copa de Europa entre los equipos de España y Alemania.
III
Por su prodigioso dominio mental, que organizaba y relacionaba todas las variables –a manera de un cuadro de Excel– que podían incidir en el resultado de una competición, Carlos Bortela recibía dinero a dos manos y crecían sus cuentas bancarias.
Su fama se extendió a tal punto, que hasta los actuarios de bancos y corporaciones financieras empezaron a consultarlo. Y en este otro terreno, en el que incursionó también por todos sus recovecos, logró acertar tan de seguido en sus vaticinios, que se le empezó a conocer como Gran Maestro en Numerología y Pronósticos.
En su consultorio, en el que atendía a la clientela de acuerdo con una programación sincronizada como un reloj suizo, al entregar por escrito al interesado lo que habría de ser en lo que se le inquiría, le advertía que aquella información era estrictamente confidencial, pues si la divulgaba, otros se beneficiarían indebidamente de lo que él había pagado por la consulta. Como es de suponer, no faltaba quien lo tildaba de estafador; pero el hecho es que hasta algunos miembros de entidades gubernamentales lo visitaban con frecuencia. Y ninguno de los favorecidos revelaba a otros el pronóstico por el que había pagado no poco.
Pero, sin lugar a dudas, la mayoría de sus consultas eran sobre los posibles marcadores de los partidos de fútbol, terreno en el cual sus aciertos dieron de qué hablar a los cuatro vientos.
Muchas trampas le tendieron a Carlos Bortela para hacerlo quedar mal, pero no cayó en ninguna. A decir verdad, era honesto en lo suyo, pues si sus intrincados análisis no lo llevaban a ninguna conclusión que considerara válida, prefería devolver el pago al interesado antes que aventurar una afirmación incierta. Esta actitud desvirtuó las maledicencias de sus detractores y cimentó su prestigio. Atendía su consultorio solo en horas de la tarde, dos o tres días a la semana. El resto del tiempo se dedicaba a ponerse al día en los últimos pormenores de lo que sucedía en el inmenso campo de los deportes y ahora también en el de las finanzas.
IV
Un martes de agosto el gurú recibió una llamada de España. El presidente del Real Madrid quería poner a prueba el prestigio de que gozaba ya universalmente Carlos Bortela, y le consultó cuál sería el resultado del partido por la Copa Final de Europa entre el Real Madrid y el Bayer Munich, próximo a celebrarse. Fuera de sus honorarios por la consulta, que serían muy generosos, lo invitaron a presenciar el partido en el estadio del Real Madrid; pero el resultado del encuentro, que él debería vaticinarles desde ya, sería anotado por escrito, encerrado en un sobre y este guardado en una urna sellada que sería enviada a Puerto Rico para que la recogiera el avión.
Esta prueba sería su consagración como Maestro de Maestros. Pero se le advirtió que un cofre con igual contenido iría a un comité de vigilancia de la FIFA con sede en Suiza. Las urnas se abrirían simultáneamente, y el resultado que apareciera en ambos sobres debería coincidir. Bordela aceptó, y aprovechó para exigir, además, si sus cábalas eran correctas, un porcentaje de las ganancias de las apuestas. Sus generosos honorarios le serían cubiertos al momento de conocer la respuesta.
Descendió de la nave el hombre en el aeropuerto de Barajas, donde lo recibió una delegación que lo condujo adonde lo esperaba una rueda de prensa. La primera pregunta que le hicieron fue: “¿Qué pierde usted si lo que usted pronostica no es el resultado del partido?”. Con la modestia y sencillez que lo caracterizaba respondió escuetamente: “Mi reputación de más de treinta años”.
Luego lo trasladaron al hotel y le informaron que en la tarde lo entrevistarían en el programa de mayor audiencia de la televisión española. La expectativa era enorme entre los televidentes, que sabían de sus increíbles aciertos en los marcadores de partidos de fútbol realizados en todas las latitudes, algunos de ellos precisamente en Madrid.
Esa noche de domingo en el estudio, ya al aire, fue sometido a un bombardeo de preguntas sobre los resultados de pasados partidos de ligas, de mundiales, de torneos interclubes, de ligas de mayores en Europa. Todas sus respuestas fueron correctas. La entrevista terminó con esta pregunta directa: “¿Tiene usted miedo de que el resultado del próximo miércoles en la final de la Copa no sea el que usted cree?”. “De ninguna manera”, respondió Bordela.
Los dos equipos se habían enfrentado seis veces en la última década. El Real Madrid había ganado en tres ocasiones, dos veces fue vencido y en otra consiguió.
Llegó el día del partido. Cerca de las cinco de la tarde los delegados del Real Madrid lo recogieron en el hotel, a cuyas puertas se aglomeraban periodistas de las cadenas de noticias de toda Europa, y tras ellos una gran multitud. ido. Fue conducido por las vías de la capital hasta alcanzar el Paseo de la Castellana, que los conduciría a una rotonda conocida como la Plaza de Lima y luego desembocarían en la Avenida de Concha Espina, en donde se levanta el emblemático estadio Antonio Bernabeu.
A lo largo de todo el recorrido la congestión vehicular fue de locura, en especial cerca al Paseo de la Castellana. Todos querían ver al Pronosticador. El estadio estaba a reventar de espectadores y se desplegaba la infernal para- fernalia común en estos casos para calentar el ambiente: pitos, cámaras, flashes, celulares, afiches de los jugadores, barras con los colores de cada equipo… Y alrededor de la cancha locutores, camarógrafos, auxiliares, policías, entrenadores, directivos de los clubes, organizadores, jueces, personal de la FIFA, invitados especiales…
En un sitial de honor los delegados de la realeza, algunas altas autoridades y varios clérigos tonsurados, y en una cabina cercana el Maestro de los Pronósticos, esperaban expectantes el inicio del partido.
V
A la hora fijada salieron a la cancha los jugadores. Los del Real Madrid fueron ovacionados hasta el delirio por el público, en su mayoría español, por supuesto. En el conjunto brillaban sus mejores estrellas: Cristiano, Bale, Karin, Casillas, Xabi Alonso, Ángel di María, Luka Modric, Alvaro Arbeloa, Dani Carvajal, Sergio Alonso. La hinchada del Bayer, mucho menor en el Bernabeu, aplaudió a los suyos: Lewandowski, Ribéry, Robben, Mario Götze, Sebastian, Dante Bonfim, Toni Kroos, Thiago Alcántara, Alaba, Müller, Claudio Pizarro, Jéröme y el guardametas Tom Starke.
Luego de los actos protocolarios y una vez acabadas las notas marciales de los himnos patrios de ambos países, los árbitros se dirigieron al centro de la cancha con los capitanes de cada equipo, y después de escoger por cara y sello el lado en que se ubicaría cada conjunto en el primer tiempo, y cuál haría el saque inicial, el central dio comienzo al juego.
A los cinco minutos de iniciado el partido, a la tercera llegada de Ronaldo al arco contrario vence magistralmente al guardameta del Bayer. Los ánimos del Real explotan y hacen temblar las graderías. Seis minutos después a caera la valla del Bayer, esta vez por cuenta de Bale. A los veinte minutos Götze, jugador del Bayer, hace el primer descuento. Pero a los cuarenta minutos vuelve a atacar Cristiano y, con una de sus jugadas en forma de bicicleta, pone el marcador tres por uno a favor del Real. Y poco después Ribery al devolver la pelota a su guardameta lo encuentra descuidado y anota el gol en su propia valla. Autogol a favor del Real Madrid. El partido termina en el primer tiempo cuatro por uno para los ibéricos.
Segundo tiempo. Cambio de lado. Las acciones empiezan un poco lentas. El Real busca mantener el abultado resultado y conservar su título, y el Bayer ataca con ímpetu por toda la cancha, sin conseguir resultados. Los jugadores del Real se sienten sobrados: el partido es de ellos. Así las cosas, menosprecian las capacidades de Jéröme, quien en un descuido descuenta el marcador, y pone el juego cuatro por tres. Faltan siete minutos para el final del partido, más los de alargue que otorgue el central.
Los directores técnicos se ven precisados a hacer cambios para mejorar la situación. Termina el tiempo reglamentario y el marcador continúa a favor del Real Madrid. El árbitro adiciona tres minutos más. El desespero del Bayer es notorio. El Real cambia su formación a cuatro, tres, tres. Es un bloque general. Faltan veinte segundos. La pelota está en los pies de Ronaldo, que avanzando como un ciclón elude a todos los jugadores del Bayer, pero ya presto a lanzar al arco se la quita Müller, que la tira largo a Jéröme, que está sin marca. El del Bayer, raudo como hijo del viento, se acerca a la valla del Real Madrid y faltando un segundo anota el cuatro por cuatro. El arbitro pita, y termina el partido.
El silencio es total en las graderías donde se agolpa la hinchada del Real Madrid, que ya daba por ganador a su equipo. En contraste, es infernal la algarabía de los seguidores del Bayer Munich. Tras unos minutos de descanso, el triunfador del encuentro se decidirá por penaltis. En su tribuna, el Gran Maestro se mantiene impertérrito, pese al evidente desasosiego de quienes lo rodean.
Se inician los cobros. Primero patea el Real Madrid y anota. El Bayer iguala. Segundo par de anotaciones: dos por dos. Tercera entrada del Real y su tercera anotación. Cobra el Bayer y Götze bota el tiro. La cuenta está tres por dos a favor del Real, que cobra por intermedio de Bale y consigue el cuatro por dos. Cobra el Bayer con Ribery y consigue el tercero. Marcador: cuatro por tres. Última entrada del Real y el resultado final es cinco por tres. Real Madrid es el campeón de la Copa de Europa.
VI
Las directivas del Real Madrid, junto con los delegados de la FIFA y el Maestro del Pronóstico, bajan a un recinto seguro y cerrado en donde se encuentra la urna con el resultado del partido. Las cámaras de video permiten ver en simultánea lo que sucede en Salzburgo, donde se encuentra la otra urna de verificación. Se abren y se saca el sobre sellado que contienen. El de la urna de Madrid contiene un papel debidamente firmado por el oráculo en donde se lee:
“EL PARTIDO ENTRE EL REAL MADRID Y EL BAYER MUNICH TERMINA EMPATADO CUATRO
POR CUATRO. EN LA DECISIÓN POR PENALES TERMINA CINCO POR TRES A FAVOR DEL REAL
MADRID”
El sobre que sacaron al tiempo en Salzburgo dice exactamente lo mismo. El resultado del partido que vaticinó Carlos Bordela y que había viajado una semana antes en una urna, fue efectivamente el previsto. Una vez más Carlos Bortela demostraba su seguridad al dar los resultados de una competición.