–Papá, ¿Qué estás haciendo aquí?
–Deja hijo, ya te explico.
–No estarás expiándome, hace mucho tiempo te pedí que no te metieras en mis asuntos, la dirección de la fábrica la he asumido yo.
–No hijo, por el contrario quiero ayudarte.
–Y como lo vas a lograr. Hoy tengo una reunión con el representante de CARLFREDOM y se supone que es una cita en privado. No interceptes mis correos o acaso estas chantajeando a mis empleados de confianza.
–Te he dicho que no.
–Tampoco creo que te hayan citado aquí conmigo por coincidencia.
– Conoces a los señores que me citaron. Quiero que desaparezcas.
–No me voy a ir. Tendrás que escucharme.
–Hijo, te voy a contar una historia de la cual tú sabes una parte. Siéntate y tomemos un tinto.
II
Contaba con trece años de edad, cuando una tarde festejando el cumpleaños de papá, al tratar de levantarse para ir al baño, dio un mal paso y resbaló por las gradas hasta el primer piso. Lo levantamos inconciente y con una herida cerca de la sien izquierda. En el hospital los médicos hicieron lo que estaba alcance de la medicina en ese tiempo. Papá cayó en un coma profundo y el pronóstico de su recuperación no era muy alentador.
Dos meses después seguía papá inconciente, mamá y mi hermana (tu tía Malena) no sabíamos que hacer. Retiramos a papá del hospital pero los cuidados que requería en casa no los podíamos sufragar. Una enfermera amiga cuidó a papá los días que intentábamos llevarlo a un hospital en New York. Allá, a través de un familiar lo podrían operar y extirparle un inmenso coagulo que presionaba su cerebro. El hospital dependía de una fundación. Tendrían que valorar al paciente y dependiendo del deterioro del cerebro lo intervendrían. La suerte estaba echada papá debería viajar.
Los trámites se nos facilitaron por la urgencia y con el compromiso del hospital de Tayane conseguimos los permisos para el viaje. El traslado de papá hasta la capital para tomar el vuelo, duró dos días. Los médicos advirtieron que podría morir en el intento. A los dos días llegamos y esa misma tarde nos embarcamos a NY. Los pocos bienes que papá poseía se habían hipotecado, ese dinero nos alcanzaría para nuestro traslado y conseguir una habitación, mientras durara su convalecencia.
La experiencia fue muy dura, papá fue operado, el tumor se extirpo y duró con nuestros cuidados y atenciones cerca de cinco meses después de haberlo dado de alta. Al cabo de ellos papá murió sin enterarse en donde estaba y que le había sucedido.
La fundación benefactora del hospital como contraprestación a los servicios prestados en el hospital exigió que mamá, nosotros éramos menores de edad, debería trabajar como ayudante del hospital en servicios varios. Mamá tenía un bachillerato comercial pero no sabía nada de inglés. Sus primeros trabajos en NY los hizo en el Tayane Hospital como aseadora, todo el tiempo que papá duro en él. Le faltaban a papá dos semanas para cumplir cuarenta y dos años, el día que nos entregaron sus cenizas en un cofrecito de madera. Mamá quería traer a papá de cualquier forma a su tierra natal y por esta razón hizo cremar su cuerpo.
III
Malena, mi hermanita, para no aburrirse se matriculó en una academia de inglés en cercanías del hospital. Yo permanecí mucho tiempo en el hospital pero en los alrededores contemple una lavandería en donde los operarios, se veían a través de unas rejas, accionaban unas grandes planchas a vapor. Un día decidí entrar y ofrecer mis servicios. Me contrataron medio tiempo como ayudante del operador de la caldera. Mi labor era mantener el nivel de agua en la caldera para producir el vapor necesario para las planchas. No podía trabajar tiempo completo, apenas si ajustaba los dieciséis años. Me dieron la oportunidad por mi constitución de hombre grande y fuerte.
Seis meses después de la muerte de papá estábamos organizados y en conversaciones con el abogado nuestro, logramos en un tiempo de tres años pagar el valor de la hipoteca y recuperar el dominio de los bienes.
La suerte nos favorecía, mamá dominó en poco tiempo el idioma y tomó varios cursos de enfermería, el Tayane Hospital le ayudó, permitiéndole trabajar en una jornada especial y así poder asistir a una escuela de enfermería. Cinco años después ocupó el cargo de enfermera auxiliar y los últimos seis años se desempeñó como enfermera jefe. Nunca se quiso volver a casar, el día que regresamos, trajo la cajita de madera con las cenizas de papá.
Malena continúo sus estudios de inglés y ayudaba económicamente con lo que ganaba en el vecindario dictando clases de español a los hijos mal hablados de los centroamericanos. Con el correr del tiempo todos nuestros ingresos eran suficientes y nos permitieron una permanencia más digna.
Mi desempeño en la Laundry mejoraba día a día. De auxiliar de calderas pase a jefe súper-visor de máquinas. Planchas, lavadoras, secadoras estaban a mi cargo. Un día en una charla con el Manager de la planta le manifesté una inquietud. La idea fue crear un departamento de reparación de prendas, la idea le sonó y pronto estuve a cargo del departamento de restauración.
Aprendí de tramas, de urdimbres, de hilazas, de pegantes, de distintos acabados y todo lo relacionado con el arreglo y restauración de ropa masculina y femenina, alfombras, cortinas, lencería, forros para equipos y máquinas. Con el tiempo me permitieron hacer estudios de mecánica de maquinaria y sobre todo en maquinaria para confección. La Laundry pasó a ser de una gran lavandería a una empresa que restauraba cualquier tipo de artículos de oficina, hogar o factoría. Mister Graham permitía que le hablara al oído y llegamos a reparar maquinaria para confección. Los últimos años que trabaje allí me di cuenta que lo mío era la confección.
IV
Pero todo no puede durar siempre, después de trece años en esa impresionante ciudad, en la cual vivimos angustias y momentos gloriosos, soportando la arremetida de las diferentes estaciones, vivir y trabajar duro y sin descanso, un día Malena nos dijo que pensaba casarse e irse a vivir a Los Ángeles, en el otro extremo de NY. Martín su escogido, un descendiente de mexicanos había terminado estudios en la universidad de NY en Marketing y la compañía para la cual había hecho practicas lo necesitaba en San Diego.
Que orgulloso estaría mi padre llevando a Malena a la iglesia, yo lo hice por él.
Creo que seis meses después de la partida de Malena, mamá y yo decidimos devolvernos, acababa de cumplir 28 años y teníamos una buena experiencia ambos.
Después de instalarnos en nuestra ciudad, 15 años por fuera, llevamos las cenizas de papá a un pequeño riachuelo en el cual él siempre disfruto. Lentamente vimos cómo se fue revolviendo con el agua y una capa se desplazó con la corriente hacia el sitio de salida. Por fin papá había descansado, tanto tiempo encerrado en una cajita que nunca se abrió.
V
Rente un local en el centro y conseguí unas máquinas de coser. Empezar es duro en cualquier campo pero nos abrimos al mundo y con ayuda de mamá el taller creció. Diseñamos patrones y entrenamos obreros. Del local pasamos a una bodega y se crearon los departamentos de diseño, corte, confección, apresto y empaque. Cada día trabajábamos más, el tiempo era insuficiente para estar en la procesión y estar repicando. Se iniciaron correrías para vender nuestros productos por fuera, mamá estaba cansada y no podía atender todos los frentes, cuando quedaba sola. Apareció Helena, tu futura madre, ella me cubría al salir de viaje. Helena dio la talla, a los dos años de contratarla daba a luz a nuestro primer hijo. Me acuerdo de cómo eras de chillón y comilón. El taller dejo de ser taller y se convirtió en una fábrica de confecciones. De ella dependíamos económicamente y todo lo que conseguimos salió de allí. Tu mamá trabajaba conmigo de 6 a 20. En NY yo lo hacía de 7 a 11. Pero aquí, teníamos que dedicarle tiempo a la familia que había crecido más, Rebeca ya cumplía los 9 años.
Terminado el colegio, fuiste a la universidad gringa, Malena tu tía, se encargó de tu hospedaje por poco tiempo puesto que, la fábrica daba para tener un apartamento de soltero rico, en San Diego. Todas las locuras, ires y venires los soportamos. Llegó el día del grado, no con muchos honores pero, querías descansar y el descanso fue en Italia. El tiempo pasó muy rápido y volviste experto en confección.
– ¡Viejo! Me dijiste una mañana en la fábrica.
–Tu tiempo ha terminado. Ya te puedes ir que yo sigo solo.
–Estás haciendo las cosas mal y voy a empezar a corregirlas.
Qué decepción tan tenaz sufrí. Nuestro propio hijo nos echaba de la fábrica.
–Vámonos Helena, veamos desde afuera que fue lo que aprendió.
–Cómo lo dejamos solo, él no tiene experiencia.
–Cuando yo empecé, tampoco tenía experiencia en administración y con la ayuda de mamá y tuya nos abrimos paso.
El tiempo siguió su curso, la sobradez y prepotencia comenzó a pasarte cuenta de cobro. Yo sólo servía para sacarte de apuros técnicos, mecánicos, contables o legales. Realizada la consulta me decías: Viejo, ya te puedes ir.
En cambio a nosotros nos sobraba tiempo, Rebeca vivía en casa y a ti te veíamos poco. Un día decidí reparar una vieja máquina de coser y la puse a andar. Qué útil me sentí, recordé mi experiencia en máquinas. Desempolve otra dos más y me llegó un contrato para cortar 20 docenas de pantalones en drill. La oportuna entrega y calidad de corte me trajo más trabajo. Luego me solicitaron confeccionar por maquila. Ya no cabían las operarias y las maquinas en el patio de atrás que se convirtió en otro taller de confección. Me abrí de allí y rente una bodega, trasladé mi gente y mis maquinas. El trabajo llegaba a borbotones. Helena decía a Rebeca y a los amigos que me mantenía en bar que en compañía con dos amigos habíamos montado. No quería que nadie se enterara que tenía otro taller de confección. Dejé el diseño y el corte y me dedique a maquila. Trabajaba encubierto y nadie conocía al dueño. Hace dos semanas me llegó de afán, a través de un vendedor, maquilar cien docenas de casacas, trabajo que despaché en el menor tiempo posible. Ayer me llegó una cotización para maquilar cien docenas más y un compromiso de trabajar para un solo comerciante. Yo le contesté por correo electrónico al propietario de la fábrica que querría conocerlo personalmente y lo cité en este café.
–Hijo, yo soy CARLFREDOM, Carlos Alfredo Domínguez y con el mayor gusto trabajare para ti.