Uno de los fines esenciales de los Estados modernos consiste en procurar la prosperidad general de los ciudadanos conforme lo establecen las Constituciones de los diferentes países del mundo capitalista globalizado.

Sin embargo, dicho propósito se tradujo en la práctica en una simple formalidad, en tanto se acrecientan la pobreza y la desigualdad social cuya reducción no será posible si no se sustituyen las viejas y desuetas relaciones económicas, políticas y sociales que han generado en la actualidad una gran concentración y centralización de la riqueza social en manos de los monopolios nacionales y trasnacionales que dominan  los mercados e imponen a los países menos desarrollados o con un  desarrollo medio sus condiciones atinentes a los procesos de producción, distribución, comercialización y consumo de los bienes, productos y servicios que ofrecen en los mercados de venta.

Según un informe del Banco mundial cerca de 700 millones de seres humanos se encuentran en estado de pobreza extrema, al tiempo que tres mil quinientos millones es decir, el 44% de la población mundial continúa siendo pobre, particularmente en los países con un crecimiento medio tal como sucede en Colombia, cuya condición económica y social se agravó con la pandemia que trajo efectos devastadores en el crecimiento y desarrollo de la economía, incrementándose de esta manera la pobreza y haciendo que la “prosperidad se aplazara indefinidamente” no solo en nuestro país sino en una serie de naciones del mundo contemporáneo.

Conjuntamente con el crecimiento de la pobreza se amplió la brecha entre pobres y ricos generándose una profunda desigualdad social, que según informes del banco mundial se refleja en un alto porcentaje de inequidad y de injusticia social que hoy caracterizan la vida de muchas naciones por ejemplo, del Africa Subsahariana y de América Latina, en donde la desigualdad social se encuentra íntimamente relacionada con el estancamiento de la movilidad socio económica de los individuos pertenecientes a diferentes clases y grupos sociales sumidos en la peor de las pobrezas ya sean de carácter absoluto o relativo en general, que a su vez influyen de manera determinante en el crecimiento de la economía y la posibilidad real y concreta de reducirlas en el tiempo y en el espacio en donde la prosperidad, no deja de ser más que una utopía social y sinónimo de proyectos y programas irrealizables, que no obstante entrañar el afán de corregir las dificultades mediante la realización de ideales que se plasman en reformas de carácter socio económico y socio político no sirven para resolver de fondo los problemas y contradicciones que tienen su origen en la base estructural de la sociedad y no simplemente en la superestructura social, política y cultural.

Si bien es cierto asuntos como la elevada deuda pública, el alto costo de vida que genera la inflación, el aumento de los conflictos sociales, la fragilidad institucional y el surgimiento de condiciones ambientales derivadas de los cambios climáticos que influyen en la existencia y desarrollo de la vida social, no por ello dichos factores tan solo generan un desencadenamiento de una crisis general que hoy se ha hecho más recurrente en medio del declive del sistema capitalista y de su integridad, en tanto que su clase dirigente se ha convertido en una clase parasitaria incapaz de resolver los graves problemas que afectan los diferentes niveles de la vida económica, política y social.

Luz Betty Jiménez De Borrero / Pablo A. Borrero V.

Veeduría Ciudadana por La Democracia y La Convivencia Social

El Control Ciudadano Sobre la Gestión Pública es Condición Indispensable para el Ejercicio de la Democracia y la Convivencia Social