Es tradición que el presidente de la Republica se dirija a los colombianos el 20 de julio, y el 7 de agosto. El primero conmemorando la independencia del imperio español en 1810 y el segundo la batalla de Boyacá en 1819, último episodio histórico de la cruzada victoriosa independista del libertador desde Casanare hasta llegar a Santa Fe tres días después.

En la instalación del Congreso el 20 de Julio, los mandatarios esbozan sus ejecutorias. Alardean su discurso indicando niveles de ejecución presupuestal, cumplimiento de regla fiscal de mediano plazo, registros macroeconómicos, niveles de inversión extranjera, crecimiento económico, proyectos de envergadura que permitan desarrollo social y económico sostenible cerrando brechas de desigualdad y pobreza. 

La rendición de cuentas del actual gobierno nacional es paupérrima. El crecimiento del PIB equivalente al 0,6% es el peor del siglo, a excepción del -7,2% del año de la pandemia (2020), el cual se recuperó en los dos años siguientes alcanzando crecimiento consolidado del 19%. La ejecución presupuestal la peor en 20 años alcanzando apenas un 87%. La inversión extranjera cayó 13% en 2023, al igual que nuevos desarrollos del sector privado. No obstante, la calificación crediticia se mantiene en BB+ la perspectiva bajó de estable a negativa debido al menor crecimiento esperado. Una caída del 42,8% en utilidades de Ecopetrol, de la cual el estado es el 90%, y una desvalorización de la cotización de la acción, por ende de su patrimonio, de un máximo de $ 4155 a $ 2180. Son, entre otros, reflejos de espesos nubarrones que amenazan el país. 

Los proyectos de cambio social propuestos por Petro en campaña, anunciados en su posesión, han quedado tan etéreos como los viajes cósmicos pronunciados en sus giras internacionales, equivocadas posturas de relaciones exteriores, ambigüedad frente a la necesidad de exploración, explotación de hidrocarburos, minería extractiva camuflados por incongruente e insulsa ideología de calentamiento global. 

¿Será que en las dos fiestas patrias sus discursos serán un saludo a la tricolor? ¿Acaso opacará la realidad con sendas cortinas de fino humo de cambios constitucionales innecesarios, discursos polarizantes e incendiarios? ¿Ocultará el fracaso del régimen socializante delirando que la institucionalidad no lo deja gobernar? 

Las declaraciones del Olmedo López son devastadoras para la credibilidad del gobierno. Nunca en la historia reciente, el país había presenciado niveles de corrupción, delatados bajo la gravedad del juramento, funcionarios nombrados por el mismo gobierno actual. Son ministros, directores de primer nivel, congresistas y asesores los que están en el ojo del huracán. 

Al mejor estilo samperista, Petro, atribuirá la corrupción se hizo a sus espaldas.  

Los entes de control atiborrados de hallazgos fiscales, disciplinarios y penales. Las altas cortes defendiendo la institucionalidad y constitucionalidad del estado de derecho, ante los atropellos de violación de topes de campaña, seguida de arbitrariedad y exceso de autoridad de la rama ejecutiva, de paso con serios tintes de corrupción entregando a algunos miembros de la rama legislativa, ávida de dadivas clientelistas y contratación estatal para continuar el desfalco del erario, aprobando irresponsablemente a pupitrazos el futuro del país.  

El fracasado modelo de salud implementado en FECODE, el cual era considerado sería el ejemplo que seguir del sistema de salud prendió las alarmas de improvisación y desgobierno. Los problemas de inclusión social siguen incólumes. Un país sin política agraria, pese a su vocación agropecuaria, que podría convertirse en despensa global. Una reforma tributaria fracasada ante un desequilibrio de $ 50 mil millones entre ingresos y egresos, alimentados por derroche sin igual del gasto de funcionamiento y penalmente punible financiación de grupos alzados en armas. No ha podido articular un equipo de gobierno, al cual llegan personas incapaces, sin idoneidad ni preparación gerencial alguna y cuya única contribución es ser ideólogos activistas. 

No es tiempo de seguir culpando sus propios y crasos errores a pasadas administraciones. No es tiempo de seguir ocultando el sol con las manos. El país no se siente gobernado, el país se siente atropellado. 

Quizás lo único para celebrar es que apenas quedan dos años del nefasto gobierno de Gustavo Petro.

Guillermo E. Ulloa Tenorio

Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.