Para algunos sectores económicos y políticos, la reducción de la pobreza para el año 2023 en comparación con el año 2022 equivalente a 1.6 millones de colombianos, constituye una magnífica noticia para el país, a la vez que el presidente Petro destaca este hecho como un gran logro en apenas dos años de su gobierno del “cambio social”.

No obstante lo anterior y según cifras del departamento de estadísticas DANE, el país enfrenta una gran brecha económica y social entre las mujeres cabeza de familia con un 37.7% de diferencia con respecto a los hombres con jerarquía en el hogar con un 29.5% .

Otros datos muestran el grado de pobreza extrema en que se encuentra la población que vive en algunas ciudades intermedias y no dispone de los recursos económicos para satisfacer sus necesidades básicas fundamentales.

En general se considera que la reducción de la pobreza monetaria obedece en gran medida a las políticas asistencialistas de los gobiernos con aquellos subsidios y ayudas gubernamentales en favor de los sectores más vulnerables de la sociedad, con los cuales se crea una imagen positiva de que los gobiernos están combatiendo de manera efectiva la pobreza y la desigualdad social, cuando en realidad lo que se está haciendo es reconocer que la pobreza constituye un hecho económico ineludible y connatural con una sociedad desigual en donde al Estado le corresponde encargarse de solventar dicha situación, que según se dice está cambiando o mejorando gracias a los esfuerzos que realiza el establecimiento al reducir los índices de pobreza y desigualdad social.

Esta franja de colombianos que aparentemente salieron de la pobreza y de la extrema pobreza según el DANE, hacen parte de la nueva cara de la pobreza en Colombia para la cual los gobiernos de turno construyen viviendas de interés social y prioritario -VIS y VIP-, otorgan subsidios en salud, educación, pensiones, transporte, servicios públicos domiciliarios, etc., que en la mayoría de los casos dichos beneficios resultan insuficientes para atender sus necesidades en razón de que por ejemplo, carecen de ingresos fijos provenientes de un trabajo estable y duradero.

Circunstancias que no le permiten salir de la pobreza y por tanto sometidos a vivir en el peor de los mundos, al saber que en cualquier momento pueden regresar a la extrema pobreza, en un país en donde las posibilidades de mejorar la condición económica y social son muy eventuales, especialmente para quienes viven en las regiones más apartadas y pobres del país, sin contar con la atención efectiva del Estado como sucede en la Guajira, Chocó, etc., a la vez que la pobreza también tiene su asiento en las grandes ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, en donde los pobres viven del asistencialismo mendicante que brinda el Estado.

La nueva cara de la pobreza adquiere un nuevo contenido en la medida en que crecen el desempleo y la informalidad y el trabajo deja de tener un carácter estable y duradero, en medio del desarrollo de la economía de los servicios y la implementación de las nuevas tecnologías que aporta la denominada Inteligencia Artificial. Dicha situación se agrava en aquellos momentos en que se presentan las crisis económicas, financieras, hipotecarias, de abastecimiento de productos y servicios; los cuales traen graves penurias y calamidades al pueblo en general.

Lo anterior coincide con la situación que padecen campesinos y pequeños agricultores que en muchos casos se ven obligados a vender su fuerza de trabajo como peones en las haciendas de los grandes terratenientes y ganaderos y en empresas trasnacionales en el campo dedicadas a la explotación agroindustrial.

A esto debe agregarse los miles de desplazados por la violencia que deambulan por las ciudades del país, además de una cantidad relativamente “sobrante” de trabajadores y de profesionales entre médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, contadores, tecnólogos, etc., que se encuentran por encima de la demanda efectiva requerida para la producción y reproducción del capital cuyos ingresos no les alcanzan para atender sus necesidades familiares y sociales.

La existencia de una masa creciente de desempleados e informales y tercerizados, contrasta con la existencia de un grupo de empleados que gozan de altos sueldos y participan de las ganancias de las empresas privadas, al igual que aquella élite de funcionarios públicos que gozan de grandes beneficios económicos, que finalmente se pagan con los impuestos de los ciudadanos que viven en lo fundamental de su trabajo pero que en las condiciones de pobreza los obligan a descender en el escalafón socio-económico, en medio de los procesos de desaceleración de la economía, la inflación y los desequilibrios en el comercio exterior, el déficit presupuestal, la devaluación del peso frente al dólar, etc., lo cual se refleja en los elevados precios de productos y servicios, arrendamientos, servicios públicos domiciliarios y en general en aquellos bienes derivados de la economía de los servicios.

Con ello se intensifica la lucha social a pesar de las promesas de los propagandistas y voceros de los gobiernos de turno que utilizan las nuevas metodologías establecidas por los centros de investigación de la ONU en lo que se describe como la pobreza “multidimensional y monetaria”, encaminada a demostrar que esta se ha reducido sustancialmente, lo que no deja de ser más que un distractor con lo cual se ocultan las verdaderas causas de dicho fenómeno económico y social. Y por tanto el camino que siguen los gobiernos es elevar los impuestos, tasas y contribuciones a las personas naturales mientras se reducen los mismos a las corporaciones tal como se anuncia por parte del ministro de Hacienda; cuando de lo que se trata es de transformar las condiciones económicas y sociales en que viven los colombianos impuestas por el régimen capitalista, sujetas a que se reproduzcan inconscientemente generando una inseguridad social que no podrá ocultarse con estadísticas parciales elaboradas por el mismo Estado y con las cuales los gobiernos de turno tratan de maquillar la otra cara de la pobreza y la desigualdad económica y social de los colombianos.

Luz Betty Jiménez De Borrero / Pablo A. Borrero V.

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