A mediados del siglo pasado Cali apenas alcanzaba una población de 300 mil habitantes. Vivíamos en la casa de los abuelos en el colonial barrio de La Merced, a media cuadra de la Torre Mudejar de San Francisco y el edificio republicano de la Gobernación del Valle. Las casas de bareque y aleros altos daban sombra permanente a las estrechas calles coloniales permitiendo frescura en las épocas calurosas y protegían al caminante de los aguaceros de la estacionalidad de lluvias.
Era una tradición caleña celebrar el día de San Pedro y San Pablo. Para ese día los padrinos de bautizo regalaban a sus sobrinos un pequeño palo de maguey decorado con figurines de alfeñique de dulce blanco. La mayoría parecían caballitos de mar entorchados en el palo que los sostenían, decorados con dos puntos azules semejando sus ojitos y un papelillo de color rojo en la cola. Pero también se encontraba en el árbol otras figuras como la piña y el apetecido molino de viento de papel.
Después de ver pasar la procesión de los curas franciscanos del Santísimo Sacramento en frente de la casa, la abuela María llevaba a todos sus nietos, al barrio de artesanos de San Antonio, a la casa de las Otero para encargar los arbolitos decorados conocidos con el nombre de macetas.
Subíamos las empinadas calles, con entusiasmo infantil. Escuchábamos a la abuela negociar las cantidades de macetas que ella requería para sus ahijados, nietos e hijos de sus empleadas, seguido de lo mejor. Cuando las Otero nos daban a degustar la dulzura de algunos trozos de azúcar blanca.
Contaba la abuela que la tradición se la atribuía a la esclava liberada Dorotea Sánchez. Cien años antes, a mediados del siglo diecinueve, al no poder darle un regalo a sus hijos gemelos Pedro y Pablo, y en cercanía del Día de los Santos Pedro y Pablo, rogó al Señor la iluminara para preparar algún manjar con tan solo azúcar y agua, los únicos ingredientes con los cuales contaba. Dorotea se puso a la tarea de preparar los dulces, y con creatividad sencilla, dispuso que los alfeñiques se sostuvieran sobre la suavidad de un trozo de árbol de maguey.
Así nació la tradición, o mejor dicho el mito, del festival de las macetas que se celebra cada año en las fiestas de San Pedro y San Pablo.
En 2013 la tradición fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de Colombia y consolidó a Cali como la sede del evento cultural artístico de cientos de pequeños artesanos que elaboran el dulce manjar. La Alcaldía ha venido fomentando e incentivando las expresiones artísticas derivadas de esta expresión cultural, convirtiéndose, poco a poco, en hito de identidad caleña, como es la Salsa. Las macetas de cerámica artesanal son apetecido souvenir artístico de la tradición, el barrio y por supuesto la ciudad.
A todos los padrinos y ahijados deseo una dulce celebración del Dia de Las Macetas.
Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.