Casi todos los hechos relativos a las ciudades, como lo son su población, economía,  comportamientos de sus habitantes, cultura, o gobierno, llevan a interpretaciones diferentes, en mayor o menor grado, en cada país, cada ciudad, cada barrio, e incluso en cada vivienda. Como sucede hoy en Colombia, en donde cada vez más habitantes del campo se han visto obligados a migrar a las ciudades, en las que al 2023 ya vive cerca del 75% de ellos, y por lo tanto la mayoría aún sin cultura urbana, la que no solo son los ritos, ceremonias y tradiciones que se llevan a cabo en los espacios urbanos públicos y semipúblicos, sino igualmente su comportamiento cívico en la calle.

Por otro lado, la amenaza más grave para las ciudades es el cambio climático, y en cada una con características ambientales únicas que hay que considerar a fondo. Se trata de lograr ciudades no apenas seguras ante la delincuencia sino también respecto a incendios, sismos y sequias e inundaciones ocasionadas por el cambio climático; y que sean autosostenibles en energía y regeneradoras de sus aguas, basuras y construcciones abandonadas; que produzcan comida en sus vergeles y huertos, tanto urbanos como caseros; ciudades con una fácil y funcional movilidad a base de sistemas masivos, colectivos, vehiculares y peatonales, integrados y que genere gratas emociones al recorrerlas.

En no pocas ciudades colombianas, como es el peculiar caso de Cali, es urgente procurar más y mejor educación, incluyendo la pertinente para volver urbanitas a sus habitantes y así lograr corregir su hoy deplorable conducta en sus espacios urbanos públicos (calles, plazas, parques y zonas verdes) o semipúblicos (paradas, estaciones, aeropuertos, puertos, y los espacios comunes de los lugares de espectáculos, edificios de vivienda u oficinas, centros comerciales, mercados, almacenes, restaurantes, cafeterías, bares, discotecas); y lo mismo procurar su respetuoso trato social cotidiano con los otros, desconocidos pero cociudadanos, y no su discriminación preconcebida, social, económica o étnica.

El desarrollo desde el siglo XVIII de las ciencias y en general de los conocimientos, permitió el muy rápido y significativo cambio de las técnicas tradicionales y su multiplicación, junto con el surgimiento en el siglo XX de muchas otras nuevas, ya transdiciplinares, las que se suman a las existentes, ya muy transformadas, como sucedió con la construcción y el transporte. Lo que facilitó el que las ciudades crecieran mucho y muy rápidamente; y su incontrolada interconexión a través del nuevo comercio internacional, llevó a que cambiara su arquitectura, la que pasó de ser un oficio a ser una profesión, hoy en crisis, afectando mal a las ciudades, su urbanismo y su paisajismo.

Hay que lograr ciudades a base de arquitectura regenerativa, que parta de lo que ya existe en el lote: su relieve, clima, vegetación, paisajes e infraestructura de servicios, utilizando lo construido en él, si lo hay, y no demolerlo y tirarlo olvidando el capital, mano de obra, energía y agua invertidos y los materiales, componentes y elementos que pueden ser reutilizados, y aún menos pasando por alto su posible carácter de patrimonio cultural material; y que debe durar mucho más que sus fines iniciales. Además se lograrían nuevas formas que recuerden las viejas, evitando el cambio exagerado y negativo de la imagen existente de la calle y el barrio en los que el nuevo edificio estará emplazado.

Benjamin Barney Caldas

Benjamin Barney Caldas

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011.