El fin de una historia es posiblemente el comienzo de una nueva.

Es difícil encontrar las palabras adecuadas para cerrar un capítulo tan bonito y significativo como este. En marzo hizo un año que se publicó mi primer artículo en esta revista, y no puedo sentirme más orgullosa de ello. Ha sido un año complicado, volver tras romper con todo no es fácil, aunque nada haya cambiado todo es diferente. Sin embargo, compartir aquí mi viaje ha sido un bálsamo que me ha permitido revivir mis vivencias y sentirlas de nuevo como si estuvieran a un paso de mí.

Hace dos años rompí mi rutina de un hachazo y me aventure a conocer países latinoamericanos, y hace uno que recompongo pedazo a pedazo, cada semana, ese viaje en la revista que ahora publica estas líneas. Mi viaje comenzó por las calles de México, después me perdí en la magia de Perú y finalmente, llegué a Colombia. Como ya os conté anteriormente, fue ahí, durante un trayecto entre Cali y Neiva que el destino quiso que Ramiro y yo nos encontráramos y así surgió esta colaboración.

Escribir de nuevo ha sido todo un desafío, no mentiré, —y digo ‘de nuevo’ porque desde los días de la universidad no había vuelto a escribir nada que mereciera la pena ser leído.  Cuando entras al mundo laboral te sumerges en una vorágine de correos electrónicos, y en mi caso de demandas y requerimientos, que deja poco espacio para lo personal, para la magia de la literatura que alimenta el alma.

Hoy, ahora, mientras escribo estas líneas, no puedo evitar sentir un cúmulo de emociones: felicidad, nostalgia, pero, sobre todo, un profundo agradecimiento.

Agradezco a todo el equipo de la revista por el gran trabajo que realizan día a día y por creer y colaborar en un proyecto tan bonito, y en particular, quiero extender mi más sincero agradecimiento a Ramiro Varela, director de la revista. Su confianza y su apoyo han sido fundamentales en mi trayectoria aquí. Gracias a él, pude sumergirme en el fascinante mundo de la cultura colombiana y encontrar mi voz en este espacio tan enriquecedor.

Seguir conectada con Colombia ha sido un verdadero privilegio. Pero este no es un adiós, sino un hasta luego. Porque, aunque mi colaboración tome otro rumbo, mi compromiso con esta revista se mantiene.

Así pues, anuncio mi próximo proyecto con entusiasmo y esperanza. Uno que busca tender puentes entre culturas, uniendo a Colombia y España.

Y mientras miro hacia el futuro con optimismo, no puedo evitar recordar los momentos vividos en la ciudad de Cali. Prometo regresar, no solo para disfrutar de su famosa feria, sino también para seguir explorando sus rincones y aprendiendo de su cultura.

Por último, permítanme confesar un secreto: he comenzado a aprender a bailar salsa, no caleña, para eso me reservo a estar allí.  Así que la próxima vez que nos encontremos, espero poder compartir algunos pasos juntos.

Y por último, no puedo acabar sin dar las gracias a todos los lectores por acompañarme durante este año.  Hasta luego, Cali.

Isabel Ortega Ruiz

Isabel Ortega Ruiz

Estudió derecho en la Universidad Autónoma de Barcelona, Máster en Mediación y Resolución de conflictos en la Universidad de Barcelona, profesional del sector asegurador por 2 años, especializada en propiedad industrial, área donde ha trabajado por 4 años.