¡Hoy es el gran día! El domingo más importante del año para nosotros los cristianos. Este domingo da sentido a todos los demás domingos del año. Es el tercer día del Triduo Pascual y el primero de la cincuentena. Hoy cabe solo una exclamación que se debe oír en todo el orbe: ¡Aleluya, Jesucristo ha resucitado!

LECTURAS:

Domingo de Resurrección      –   31 de Marzo

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43:”… Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, …”

Salmo 117,  R/. Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4:”:Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra….”

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9:”El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro…”

Reflexión del Evangelio de hoy

Nosotros hemos comido y bebido con él después de su resurrección

El libro de los Hechos de los apóstoles nos ofrece un bellísimo testimonio de cómo vivieron los primeros cristianos su fe en Jesús resucitado. En efecto, la comunidad de los discípulos es la comunidad del resucitado. Solo desde la experiencia pascual se puede atisbar lo que fueron estas primeras comunidades que salieron a dar testimonio de Cristo resucitado de entre los muertos. Ellos son testigos verdaderos del acontecimiento que anuncian.

Lucas le da una importancia capital al relato de la conversión de Pedro -tradicionalmente llamado la conversión de Cornelio-. Sí, es Pedro el que se convierte y no el pagano Cornelio. El testimonio de la conversión de Pedro, que llega a comprender que Dios no hace acepción de personas y que el Buena Noticia del Evangelio es para todo el mundo, es pieza fundamental para comprender la apertura de la comunidad a los paganos. Durante la predicación de Pedro se derrama el Espíritu Santo sobre todos los presentes, es un verdadero “pentecostés” para los paganos.

La experiencia pascual fue la que hizo comprender a Pedro y a la comunidad que el Evangelio era para todos; lo mismo, nosotros hoy, necesitamos experimentar la fuerza del resucitado para anunciar y compartir nuestra fe con todos. La fe en Cristo resucitado no se puede guardar entre cuatro paredes, o solamente para mi grupo o movimiento: hay que compartirla, anunciarla a los cuatro vientos.

¡Las mismas palabras de Pedro hoy se hacen realidad y ojalá seamos conscientes de ello, nosotros también comemos y bebemos con Jesús resucitado! De manera especial hoy, y en todas las eucaristías que celebramos.

Entró… vio y creyó

Una de las opciones que nos ofrece la liturgia es el relato de la experiencia de María Magdalena junto a la de Pedro y el discípulo amado. María Magdalena fue la primera en descubrir que el cuerpo del Señor Jesús ya no estaba en la tumba y fue presurosa a anunciar a los demás discípulos: se convierte así en “apostola apostolorum” (apóstol de los apóstoles).

Los relatos no nos cuentan cómo sucedió la resurrección de Jesús, son parcos, con pocos detalles, más bien dejan entrever entre las limitaciones de la palabra, el acontecimiento que desborda toda experiencia humana: la resurrección. Los relatos de resurrección contienen signos y señales que invitan a la fe, no son evidencias tangibles, pero dejan entrever lo sucedido: la tumba no está vacía, más bien, está abierta y llena de signos.

Es necesario “entrar” en la experiencia del misterio, en la celebración de aquello que creemos para poder “ver” con nuevos ojos y creer verdaderamente. Nosotros también, al igual que los discípulos “no entendemos las Escrituras”. Por eso necesitamos reconocer humildemente que necesitamos que el mismo resucitado nos explique, nos abra al sentido de lo que significa la resurrección. Necesitamos más familiaridad con la Palabra.

La resurrección de Jesús es la fuerza y el poder que nos hace capaces de ser evangelizadores y testigos de la presencia de Dios en medio de nosotros. La alegría de la Pascua debe ser la fortaleza para todo el año, para cada día. No en vano el Papa Francisco denominó a su primer documento: la alegría del Evangelio… (Evangelii Gaudium). En la Iglesia, necesitamos dar testimonio de la alegría del Evangelio, de la alegría de la Pascua, de la alegría de sabernos amados y redimidos por un Dios que nos ama infinitamente.

¿Cómo estoy viviendo la Pascua? ¿Puedo experimentar la alegría pascual? ¿me siento testigo de la resurrección o aun no asumo mi identidad discipular más profunda?

Hector de Los Rios

Hector de Los Rios