Es Domingo de Ramos, hay hojas de palma amarilla decorando los balcones de la ciudad, el aire huele a flores e incienso mientras que el suelo está cargado ya gotitas de cera. La gente está más guapa hoy, va más arreglada, han sacado a lucir sus mejores galas. En el interior de las iglesias y capillas, se respira un ambiente cargado de nerviosismo y emoción, así como un profundo sentido de responsabilidad, que este año salga mejor que el anterior. De repente, suena un redoble de tambor, y se rompe el silencio, llegan los últimos a la iglesia, y junto con el primer son de trompeta se inicia la Semana Santa, una de las celebraciones más antiguas, llamativas y emotivas de España.

Quedan menos de 10 días para que esta escena se repita en miles de pueblos y ciudades en parte del territorio español.

Cada año cambia de fecha, lo que le añade algo de magia, porque se celebra en función de los ciclos lunares y la primavera en vez de por el calendario solar: siguiente domingo tras la primera luna llena de primavera.

La Semana Santa, una celebración que precede la Pascua, es un evento de importancia significativa en el calendario español, y su influencia se extiende más allá de las fronteras religiosas para convertirse en un fenómeno cultural observado por personas de todas las creencias y nacionalidades.

A mucha gente le puede sorprender esta celebración dado que España es un estado aconfesional, esto es, que no hay una iglesia o religión de estado. Sin embargo, las Cortes de 1978, durante la transición a la democracia después de décadas de dictadura franquista, declararon la libertad religiosa e incluyeron un trato especial a la Iglesia católica en el marco de la ley.

El papel de la Iglesia católica en la Semana Santa española es innegable. Las procesiones y rituales que marcan esta semana son organizados por cofradías religiosas, que son asociaciones de fieles que se encargan de preservar y promover las prácticas religiosas y culturales relacionadas con la Semana Santa. Estas cofradías, presentes en todo el país, son responsables de organizar las impresionantes procesiones que caracterizan esta festividad.

Durante ocho días, hasta el Domingo de Resurrección, las calles de muchos pueblos y ciudades de España acogen diversas procesiones, que consisten en desfiles que representan la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Los elementos más llamativos de estas procesiones son los pasos, que son escenas religiosas ricamente decoradas con flores y velas que los costaleros cargan a sus hombros. Es importante destacar que estos pasos pueden llegar a pesar varias toneladas, siendo un desafío físico y emocional para quienes los portan, por lo son portados por muchas personas, entre 30-50 habitualmente, pudiendo llegar hasta las 220 que son requeridas para llevar la “Cena Santa” en Alicante.

Uno de los aspectos más destacados de las procesiones de Semana Santa es la música que las acompaña. Las bandas de música interpretan marchas fúnebres y/o saetas, creando una atmósfera solemne y conmovedora que resuena en las calles. La música permite dar voz a esas imágenes que recorren las calles y cuando el camino presenta dificultades, la calle es estrecha, el giro es complicado, la música anima y da coraje a los participantes.

Al igual que la música los silencios forman parte de esta festividad. Tengo clavados en la mente esos minutos que se pueden llegar a eternizar en los cuales la procesión se ha acabado y se está encerrando el paso, hay que entrarlo en la iglesia. Los costaleros están cansados, tienen que agacharse, caminar todos a una. El que dirige el paso con una campana marca el ritmo, la plaza calla, los ojos clavados en el vaivén de las velas que aún quedan prendidas. Por fin, consiguen entrar, y brota un aplaudo que retumba por todas las paredes y la gente se mira sonriendo.

Para mí lo más bonito de esta fiesta es la participación del pueblo en la misma y que es intergeneracional. No se trata de una fiesta organizada por el ayuntamiento, si no por los ciudadanos de cada pueblo y ciudad, de forma que la gran mayoría de familias tienen a algún familiar o amigo participando en la misma.

A modo de curiosidad me es inevitable mencionar la similitud entre los capirotes, las capuchas cónicas que usan muchos nazarenos en las procesiones y el atuendo distintivo del Ku Klux Klan. Sin embargo, es importante aclarar que los capirotes en España no tienen ninguna connotación racista y se utilizan como símbolo de penitencia y anonimato durante las procesiones. Su forma cónica del capirote nace para acercar al penitente al cielo. A pesar de esto, es comprensible que algunos turistas puedan malinterpretar esta similitud y sentirse incómodos.

Sin duda, la Semana Santa en España es una experiencia que merece la pena vivir y si tienes la oportunidad de conocerla, hazlo.

Isabel Ortega Ruiz

Isabel Ortega Ruiz

Estudió derecho en la Universidad Autónoma de Barcelona, Máster en Mediación y Resolución de conflictos en la Universidad de Barcelona, profesional del sector asegurador por 2 años, especializada en propiedad industrial, área donde ha trabajado por 4 años.