Desde su primer mandato, Trump fue categórico en defender la legitimidad económica norteamericana. Consideró la riqueza del país e insaciable tendencia consumista había sido aprovechada con desigualdad arrojando una negativa balanza comercial con el mundo, con pocas excepciones, siendo Colombia una de ellas.
El caso más notorio era la relación comercial con China, a quien se le atribuía una balanza comercial en 2018 negativa de US $ 378 billones. Igual comportamiento registraba los dos países limítrofes, Canadá y México, quienes, con la anuencia del tratado de libre comercio, se beneficiaban positivamente. Estos tres países eran grandes receptores de inversión fabril norteamericana aprovechando menores costos laborales, exenciones fiscales y aranceles preferenciales con Estados Unidos.
En su primer mandato exploró e impuso nuevo régimen arancelario con China e incentivo la producción norteamericana. Canadá y México aprovecharon su cercanía (nearshore), convirtiéndose en despensa del consumismo estadounidenses con exponenciales inversiones manufactureras.
En campaña, Trump, enfatizó hasta la saciedad, su preocupación en defender el país norteamericano del negativo comportamiento comercial y hacer el país grande nuevamente.
Iniciando su segundo mandato, y sin titubeos, cambió la tradicional “guerra armada” a la “guerra comercial”, la cual podemos tildar como la primer Guerra Mundial Arancelaria.
Impondrá nuevos aranceles del 25% a productos provenientes de Canadá y México, e igual arancel a China. No obstante, la medida ha sido provisionalmente suspendida por un mes, los dos países limítrofes, dependientes del consumo estadounidense, concertarán el desafío empleando el sendero diplomático.
Ha insinuado desafiantemente a Canadá, que debe ser incorporada como el nuevo estado número 51, desapareciendo la frontera. La similitud cultural, convenios de cooperación en fuentes hídricas, militares, entre otros, a diferencia de México, facilita la intención.
Colombia se salvó de milagro. Quizás por la pequeña incidencia económica entre los dos países, ante el desatinado comportamiento del presidente Petro desafiando la política de deportación de colombianos.
A Colombia se le abre una oportunidad histórica. Podrá importar insumos agropecuarios de Estados Unidos y Canadá en mejores condiciones de precios y ofertar, a la vez, competitivamente aprovechando las ventajas del tratado de libre comercio existente. Las multinacionales que desde México exportaban a Estados Unidos pueden sustituir la producción desde sus plantas en Colombia, aprovechando la mejor posición arancelaria. A los productos agropecuarios colombianos, aguacate, café, frutales y hortalizas, entre otros, al igual que confecciones y farmacéuticos, tendrán una ventana comercial excepcional.
Ojalá en esta ocasión el gobierno nacional sobreponga la libertad económica por encima de improbadas ideologías y aproveche la guerra comercial a su favor, como país neutral ante los nuevos desafíos comerciales.
Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.