El infernal incendio californiano que arrasó más de 12.000 estructuras residenciales, comerciales y cobró la vida de por lo menos treinta personas, es un misterio en cuanto a su punto de ignición. Las autoridades criminalísticas aún se debaten, si fue provocada por pirómanos, basuras, plásticos, botellas de vidrio, colillas encendidas de cigarrillos, entre otros, que caminantes arrojaron al lado de los senderos peatonales.
Pese a ingentes esfuerzos de calificados cuerpos de bomberos y otros organismos de socorro, apoyados con avanzada tecnología y equipos bomberiles de presión terrestres y áreas, en poco más de quince días, la voracidad del incendio devastó 156 kilómetros cuadrados, equivalente al área plana del municipio de Yumbo.
Indudablemente las prolongadas sequías californianas de los últimos años, atribuibles al cambio climático y altos niveles de contaminación vehicular, son directamente responsables del fenómeno de poca o nula humedad de pastos superficiales, arbustos y árboles que alimentaron las llamas.
El espejo de la tragedia debe servir como referente y conducir al adecuado cuidado de los cerros caleños.
Las multibillonarias inversiones en los ecoparques de la ciudad deben ser protegidas adecuadamente. No solamente mediante la siembra de especies pirófitas que actúen como cortinas protectoras, como el caso de la tradicional piñuela, sino dotación de pequeños reservorios que sirvan de almacenamiento de agua para control de incendios y riego en épocas de intenso calor y sequedad.
Las autoridades ambientales, encabezadas por la CVC y el DAGMA, lideradas por la alcaldía, son las llamadas a dirigir la iniciativa de protección de incendios de nuestros cerros. Campañas educativas, acompañadas de adopción de áreas por comunidades, barrios, organizaciones cívicas, sector fundacional, pequeñas, medianas y grandes empresas, podrían ser parte fundamental de la solución.
Un entrenado equipo de guardabosques, vigilancia por drones, dispositivos de detección de humo, cameras infrarrojas ubicadas estratégicamente, salas de monitoreo, elementos tecnológicamente avanzados de fácil adquisición, articulados por el mejor equipo bomberil del país, el Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Cali, aportarían al éxito del esfuerzo salvador.
No debemos esperar se repita la historia del incendio del Salón Moderno, hoy Teatro Jorge Isaacs, en 1928, para darse cuenta la ciudad que no contaba con equipo bomberil, y que a punto de baldados de agua recogidos en el rio Cali, era imposible extinguir el voraz incendio que arrasó la zona céntrica del villorrio.
Ojalá el alcalde Eder siga los pasos del alcalde Nicolas Ramos Hidalgo, quien después del incendio, ese mismo año de 1928, creó el Cuerpo de Bomberos. Tiene la oportunidad, en esta ocasión, de fundar la gran corporación en defensa de los cerros y bosques urbanos caleños.
Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.