La Selección Colombia pasó de la ilusión a la pesadilla en un partido muy extraño, que jugó con lujo al inicio y que padeció al final, para perder, con remontada incluida, y sufrir una derrota 3-2 en las Eliminatorias.

Se juntaban por primera vez Quintero y Ríos sobre los 12 minutos y era este último el que metía un gran centro a Durán, quien de cabeza la vio salir pegadita al palo. Primera alerta. Después no digan que no estaban avisados…

Se multiplicaba Ríos, por primera vez compartiendo zona con Juan Camilo Portilla, y se aguantaba la silbatina por un remate muy elevado y hasta un codazo clarísimo de Nández que no mereció ni una amarilla. Es, para bien y para mal, el peaje que siempre aplican los charrúas a quien juega en el Centenario.

Tardaba en entrar en juego Díaz pero ya se destacaban Arias y Portilla en la recuperación y Durán chocando con los fuertes marcadores locales.



Vendría un bache y Uruguay ganaba terreno hasta provocar su primera ocasión clara, a los 25 minutos: la perdía Díaz en terreno rival, el pase profundo superaba a Ríos y Dávinson y salvaba Vargas en una rápida reacción con los pies. Siempre salvando el arquero bogotano como preludio a una felicidad colombiana.

Porque a los 30 minutos vino la falta que provocó Durán por la izquierda, porque se paró frente a la pelota Quintero para su especialidad que es el tiro libre, y porque después de anunciar de todas las maneras un centro eligió patear directo al arco, al palo de Rochet, quien vio la pelota lentamente colarse para el 0-1 que merecían no solo Colombia sino muy especialmente el pequeño gigante JuanFer.

Quiso reaccionar Uruguay pero no tuvieron ni la brújula ni la precisión que sí tenía su rival en Portilla, en Ríos, en Quintero, en Durán… en esa sociedad apareció otra vez el mejor equipo de la cancha, ahora por la oficina de Díaz, quien regó marcadores en su carrera, metió el pase que atrapó Ríos, se la devolvió Quintero y a tiempo desactivó la bomba el arquero Rochet.

Y sobre el cierre, otra Vargas son su sentido de la oportunidad, le negaba a Darwin Núñez el que parecía un golazo también en la pelota quieta. ¿Resumen? Todo bien, todo bien.



Se esperaba el furioso arranque de Uruguay en el complemento, la reacción a pura velocidad atacando el sector más débil de Colombia, la banda de Muñoz, y el error, que es inevitable: un centro que parecía sencillo superó a Muñoz primero y Dávinson, en el afán pro rechazar, hizo el autogol del 1-1.

Y se pondría peor: a los 60 minutos vendría una nueva falta de atención en la marca colombiana y el centro de Olivera encontró libre a Aguirre para consolidar una inesperada, y para algunos inmerecida, remontada de los locales.

Era todo corazón pero ahora sin la precisión de antes, sin cabeza fría. Llegaron James y Borré y no se sintieron. Pero sí que se sintió Gómez, quien en un cobro de pelota quieta apareció como fantasma para el 2-2.
Pero otra vino el error en el cierre y un gol que fue un puñal para el 3-2 que sepultó la ilusión.

Redacción