La sobrepoblación ocurre cuando un aumento en los nacimientos, disminución en la tasa de mortalidad, aumento en la inmigración o un bioma insostenible y el agotamiento de los recursos, la población de una especie excede la capacidad de carga de su nicho ecológico (Wikipedia); en 2024 algunas ciudades en el mundo ya tenían más habitantes que muchos países; como Tokio 37 millones, Nueva Delhi, 34; Shanghái, 29; Pekín, 22; Sao Paulo, 22; Ciudad de México, 22; Nueva York, 22; Mumbai, 21; Osaka, 19; El Cairo, 17; y en 2024, Bogotá ya tiene más de 8; Medellín cerca de 3; Cali más de 2,5; Barranquilla más de 1; y Bucaramanga más de 1/2.

              La causa de este rápido crecimiento urbano reside en que desde la Revolución Industrial del siglo XVIII, parte de la población mundial comenzó a desplazar su lugar de residencia de las áreas rurales a las urbanas, lo que se aceleró en el XX, y por eso millones de personas adicionales ya vivían en las ciudades a inicios del XXI, llegando por primera vez en la historia a ser más del 50% de la población total del mundo (en 2024, más de 8.200 millones); y para mediados del XXI llegarán otros 2,5 millones, alcanzando el 68%, que Colombia ya supero en 2019 con el 77%, y desde 2022 tres de cada cuatro colombianos ya viven en un pueblo o una ciudad.

Y en las ciudades más grandes su elevada densidad de población empeora el entorno, disminuye la calidad de vida, intensifica las desigualdades y lleva a conflictos, y por eso aunque cada vez más personas en el mundo concuerdan en que hay que acabar con las guerras, impedir el cambio climático, proteger la naturaleza y reducir las desigualdades de todo tipo, poco piensan en el crecimiento desaforado de las ciudades, pues hay muchos prejuicios y realidades que dificultan dicho propósito, ya sean culturales, ideológicos, políticos, económicos o sociales, entre otros más, los que deja en claro Hernando Gómez Buendía en, Entre la independencia y la pandemia, 2022.

Concluye Ben Wilson en, Metrópolis, 2020, “la especie invasora más peligrosa [es] el Homo urbanus.” Y que:” Uno de los aspectos definitorios del urbanismo moderno es el intento de alcanzar un equilibrio entre ciudad y naturaleza.” (pp. 415 a 417). Un equilibrio que lleve a que ese aumento de población –que por supuesto hay que detener- se reparta en muchas más ciudades, y que las más pobladas se dividan en ciudades dentro de la ciudad disminuyendo su impacto sobre el medio ambiente al fomentar los desplazamientos caminando o en bicicleta y favorecer los huertos urbanos abonados con la producción de composta a partir de los sobrantes orgánicos.

Ya en 1985 Konrad Lorenz señaló en, Decadencia de lo humano, que los peligros de la humanidad son “la sobrepoblación, la contaminación, las multinacionales que nos hacen consumir recursos cuya obsolescencia está programada y que pronto tenemos que convertir en basura y, el cuarto, la ayuda de una publicidad engañosa”. Pero seguimos jugando con candela en Ucrania y Palestina y haciendo compromisos en las COP que no se cumplen, y hay que preguntar de nuevo: “¿Para qué sirve que cada vez haya más gente en el mundo? La mayoría de las cosas malas aumentan y la mayoría de las buenas no por eso mejoran” (Caliescribe.com 02/04/2022).

Benjamin Barney Caldas

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011.