En la apertura de la zona verde de la COP 16, el presidente Petro, en desafortunada intervención volvió a estigmatizar el sector azucarero, como fue costumbre como candidato. En esta ocasión repitió su infundado ataque hacía, lo que él califica, “el monocultivo de la caña”.
El estupor del alcalde anfitrión Alejandro Eder y la gobernadora Dilia Francisca Toro hacía el irrespeto del mandatario fue palpable.
Señalar al sector y directamente al alcalde Eder, por representar la familia pionera de la agroindustria azucarera, la cual data a 1864, equivalentes a 160 años de compromiso social empresarial es inaudito. Fue escupir en la sopa del anfitrión. No era el momento, ni mucho menos ante una audiencia internacional de delegados de países participantes, revivir el fantasma del monocultivo, la tenencia, concentración de la tierra, reviviendo animadversión, antipatía y odio.
El Valle del Cauca ha consolidado el sector, cultivando más de 240 mil hectáreas, generando 200 mil empleos formales, contribuyendo con el 0,7 % del PIB nacional, el 3,7% del PIB agrícola representando el 38,1% del PIB agrícola del departamento. Impacta 1,200,000 personas o sea 1 de cada 4 pobladores del departamento son beneficiarios directos e indirectos del sector forjando la consolidación del Valle del Cauca como el departamento de mayores ciudades intermedias del país, ejemplar modelo en educación, salud, vivienda y calidad de vida.
Con acostumbrado discurso populista, alejado de la realidad, y total desconocimiento de la historia, culpó al sector del desplazamiento de indígenas y comunidades afrodescendientes hacia las selvas y cinturones de pobreza de las ciudades. Las comunidades indígenas nunca se asentaron en los pantanos selváticos del valle geográfico del rio Cauca y los afrodescendientes encontraron oportunidad de trabajo que ha permitido, con orgullo, ser la etnia poblacional más importante de la región.
También en su atrevida ignorancia del agro desconoce que la vocación del cultivo no la dan sus propietarios, sino las condiciones propias de la naturaleza. De igual forma tendría que dirigirse a los bananeros del Uraba, los arroceros del Meta, los palmicultores del Casanare, los caficultores, los horticultores que ocupan extensas áreas, donde los cultivos encuentran eficientes producciones.
También en su mente cósmica olvida que el ofrecimiento de ganaderos, quienes, a través de FEDEGAN, han ofertado 3 millones de hectáreas para contribuir a su llamado de reforma agraria prometida en campaña, la misma Agencia Nacional de Tierras, adscrita al ineficiente Ministerio de Agricultura, ha sido negligente en su compromiso de adjudicación. Señal inequívoca de otro fracaso de política pública.
Pero quizás la trama de la novela petrista es generar otra cortina de humo sobre las recientes estadísticas del cultivo de hoja de coca, el devastador depredador de la biodiversidad del país, el mayor contribuyente a la ilegalidad en áreas y corredores protegidos por la delincuencia, y criminalidad rural, que el mandatario escuda.
El sistema integrado de monitoreo de cultivos ilícitos de las Naciones Unidas, (UNDOC) presentó su actualización estimando que 253 mil hectáreas, el mayor registro histórico, están dedicadas a la producción de hoja de coca.
Señor presidente no siga equivocándose, buscando la innecesaria polarización y luchas de clases del país. Su declaración deja un profundo sentimiento de indignación.
Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.