Casi todos los hechos relativos a la población, la economía, el comportamientos de las personas, la cultura, o el poder, llevan a interpretaciones diferentes, en mayor o menor grado, en cada país, e incluso en cada ciudad, en cada barrio y en cada vivienda. En consecuencia todas las conclusiones personales de sus muy diferentes habitantes, hombres o mujeres, jóvenes o adultos, también lo serán, y aún más cuando se trata de adultos mayores testigos del transcurrir de la historia, ahora la de casi todo un siglo, que va de los inicios del XX a los del XXI, cuando se conformó el mundo actual, el que determinará su futuro próximo.
Por eso es ineludible la importancia de enterarse de cómo los diferentes hechos, que informan los diferentes medios, han sido analizados en otras partes, y cómo ha sido su historia particular aquí y allá. Y pasar a identificar las muchas coincidencias que con toda seguridad se encontrarán y ayudaran a pensar mejor, las que se explican al considerar que se trata del mismo planeta y de una especie biológica, el Homo Sapiens, y de sus diferentes razas, cuyas características que se heredan, y de sus muchas etnias, las que suelen identificarse culturalmente con diversas comunidades, y ahora con grandes ciudades.
En consecuencia, muchas interpretaciones serán más válidas para unas cosas que para otras, y variarán en la medida de que se trata de explicar acciones o sucesos que pueden ser entendidos de diferentes modos, como define el DLE interpretar, modos que por supuesto tienen orígenes culturales. Pero cada vez más son ya como nuevos hechos, y muchos sí lo son, a partir de recientes transculturaciones, en la medida en que el mundo se globaliza y los hechos se interrelacionan progresivamente, demandando mayor colaboración en su análisis como en sus soluciones, sobre todo frente a amenazas globales como el cambio climático.
Y se trata de hechos cuyas consecuencias son diferentes para cada persona, la que los interpretará a partir de sus experiencias y su visión del mundo, generando preconceptos, o ignorando informaciones en lugar de comprobarlas, por lo que hay que procurar muchos más conocimientos para todos, y que puedan agregar otros asuntos, corrigiendo, completando u oponiéndose a algunos de los planteados. Pero se requiere no solo nuevos conocimientos sino también de nuevas maneras de ver los de siempre, facilitando miradas holísticas a los hechos y no apenas las especializadas en sus varios diferentes componentes, como suele suceder.
Por todo lo dicho es que es pertinente entender que la geografía ha determinado en muchos aspectos la historia, como lo demostró Fernand Braudel (El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II,1981) y que esta explica el comportamiento cívico de cada cultura. En este sentido, la educación cívica, más que un derecho, debería ser un deber, para poder lograr los ciudadanos igualmente informados que requiere la democracia, el requisito planteado por Nietzsche, y entender que fue la información, masivamente difundida gracias a la imprenta, la que permitió la base ideológica de las democracias, hoy en peligro.
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011.