La tendencia a producir ilimitadamente productos, bienes y servicios más allá de las posibilidades de colocarlos y venderlos en los mercados de venta, condujo a que los capitalistas buscaran en el comercio internacional una salida para lograr dicho propósito, tratándose por supuesto de apropiarse de nuevos mercados para optimizar sus ganancias  acompañadas casi siempre de la exacerbación de las contradicciones que se producen en cada país y entre los propios Estados, originando lo que se ha denominado la guerra comercial desatada en este caso por el gobierno del presidente de USA Trump.

En tales circunstancias, el comercio internacional no está libre de las crisis de venta que influyen en toda la cadena de desarrollo económico, es decir, en el proceso mismo de la producción, distribución, intercambio y consumo de las mercancías que se ofrecen bajo las nuevas condiciones impuestas en esta ocasión por USA de carácter proteccionista, haciendo que el comercio externo se convierta en un instrumento muy eficaz de los monopolios transnacionales en su afán por incrementar sus ganancias y de alguna manera someter económica y políticamente a los países coloniales o de poco o medio desarrollo económico, como sucede con Colombia con una alta dependencia del comercio bilateral con los Estados Unidos, apenas si con una tercera parte de nuestras exportaciones y una cuarta de las importaciones, lo cual nos coloca en un estado de vulnerabilidad que sin lugar a dudas afecta nuestra situación económica y social, la cual podrá agravarse si por ejemplo, el país del norte entra en un proceso de recesión, impactando nuestra economía desde el punto de vista comercial en lo que corresponde por ejemplo, a la caída de las remesas que recibe el país y de la inversión extranjera.

En general, los países más desarrollados consiguen que los menos desarrollados, receptores de sus mercancías bajen o eliminen sus aranceles; circunstancia que conlleva la intervención del Estado en la imposición de nuevos acuerdos y tratados internacionales, tal como podría suceder en nuestro caso con productos como el petróleo, el carbón, el café, el banano y otras mercancías exportables.

La lucha competitiva que se libra entre los monopolios en contra de los pequeños y medianos capitalistas e incluso grandes capitalistas no monopolistas, adquiere con las políticas proteccionistas un carácter destructivo y de entorpecimiento del desarrollo, particularmente respecto de los países menos desarrollados; al tiempo que los monopolios ahogan a sus competidores, utilizando para ello cualquier medio a su alcance y empujando a los Estados líderes a librar guerras comerciales y de otra naturaleza por el dominio de los mercados y la apropiación de los recursos naturales y posibilidades de inversión del capital.

A lo anterior se suman las sanciones impuestas a todas aquellas empresas de cualquier país que establezcan relaciones comerciales con países como Cuba o Venezuela tratándose de la política adelantada por los gobiernos norteamericanos.

El proteccionismo auspiciado en su tiempo por la CEPAL en América Latina y practicado en Colombia con base en la política de “sustitución de importaciones”; si bien es cierto permitió inicialmente impulsar el proceso de industrialización del país, también condujo a la pérdida de competitividad, en tanto que los productos que se ofrecían en el mercado no eran baratos ni tenían la misma calidad de los importados que comenzaron a inundar los mercados nacionales.

Muchos de los países que se acogieron a estas políticas proteccionistas terminaron sometiéndose a los dictados neoliberales de apertura económica que se extendieron desde 1990 a todos los países latinoamericanos, aumentándose con ello su dependencia económica especialmente de los EE.UU. de Norteamérica.

No sobra agregar que con dicho proceso de liberalización de la economía se produjo una flexibilización de las relaciones comerciales que trajeron como consecuencia finalmente grandes beneficios para el capital financiero internacional y mayor intervención en la vida económica, política y social de los países, a partir de la suscripción de los denominados TLC, que en la actualidad chocan con las políticas proteccionistas impuestas por USA pero que hacen que aumente la dependencia de los países menos desarrollados frente a los más desarrollados como los EE.UU. En tanto los verdaderos beneficiarios continuarán siendo los detentadores del gran capital monopolista del Estado transnacional que se queda con la mayor parte de la riqueza social que se produce con el trabajo de millones de hombres y mujeres de países como Colombia.

No obstante, algunos economistas insisten en que en medio de las políticas proteccionistas el país debe aprovechar el uso de los recursos disponibles, lo cual implica priorizar, por ejemplo, la explotación del petróleo y del gas, en tanto los demás países se preparan para afrontar la guerra comercial con el país del norte. Circunstancia que debe aprovechar Colombia a fin de no correr con el riesgo de desaprovechar una de sus pocas ventajas comparativas.

A nuestro juicio esto debe ser objeto de una discusión y debate amplios, contando para ello con la participación de las fuerzas políticas y sociales de carácter democrático y progresista convertidas en la vanguardia de los procesos del cambio y de la transformación social que demanda el pueblo colombiano integrado por diversas clases y sectores sociales de mujeres y hombres que en lo fundamental viven de su trabajo.

Luz Betty Jiménez De Borrero / Pablo A. Borrero V.

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