El consejo de ministros del gobierno Petro realizado el pasado martes 4 de febrero, dejó al descubierto las contradicciones y conflictos que se viven con la crisis política e institucional al interior del poder del Estado, la cual va más allá de las controversias e inconformidades de algunos ministros del gabinete con el presidente de la república, quien por lo demás aprovechó la ocasión para hacer una dura crítica a sus ministros y responsabilizarlos por su gestión ineficiente e ineficaz, además de tratar de “caníbales y sectarios” a quienes se oponen a que en dicho gabinete estén presentes el ex senador Armando Benedetti jefe de despacho del gobierno del presidente Petro y Laura Sarabia ministra de relaciones exteriores, a quien responsabilizan de impedir una mejor y mayor comunicación de los ministros con el presidente Petro.
Todo indica que la mayoría de los compromisos de la campaña electoral no se han podido materializar debido a la incompetencia e incapacidad de algunos de los ministros, generándose con ello una crisis política e institucional.
En otras ocasiones hemos sostenido de manera reiterada que el ejercicio de la política considerada como una ciencia y un arte no puede ejercerse en la práctica como producto de la simple voluntad y deseos del gobernante de turno y además desligada de la realidad social en que se vive y se actúa, en medio de determinadas condiciones económicas, políticas y sociales, que en fin de cuentas determinan la manera de ser, pensar y actuar de los seres humanos; particularmente tratándose de la gobernanza de un país que como Colombia está fundamentada en un régimen político que tradicionalmente ha estado al servicio del gran capital financiero y de algunos sectores semi feudales que se oponen al cambio social que propone el presidente Petro ligado con la solución de las necesidades del pueblo colombiano, pero que no se puede reducir a la implementación de políticas asistencialistas y demagógicas de estirpe populista; entretanto los grandes beneficiarios de las políticas públicas son los monopolios capitalistas que se reparten las ganancias producto de la explotación económica del trabajo y vigencia de las políticas neoliberales cuyos efectos perniciosos continúan afectando diversos sectores de la economía nacional, tal como sucede con la generación de energía en poder de un gran monopolio, que se resiste a reducir las tarifas de este servicio, que ha sido el compromiso del gobierno Petro con la comunidad costeña y frente a la cual el ministro del ramo no está en condiciones de imponer las directivas presidenciales expuestas por el presidente Petro en el consejo de ministros.
Desde luego existen diversos factores y circunstancias que hacen que varias de las políticas gubernamentales no tengan la posibilidad de aplicarse en medio de un gobierno que no cuenta con las mayorías en el Congreso de la república y constantemente está en desacuerdo con las decisiones de las altas cortes; a la vez que el sectarismo político no permite una amplia discusión de los problemas que aquejan al país y a las clases sociales que en los fundamental viven de su trabajo, a lo cual se suma el aumento de la violencia en sus diferentes formas y modalidades, la cual no parece cesar, particularmente en varias regiones del país como el Catatumbo y el sur occidente, al tiempo que se incrementan los cultivos ilícitos convertidos en un modus vivendi de amplios sectores sociales y de campesinos que viven de su explotación y en el que los sueños del presidente Petro de lograr la paz total no dejan de ser más que una simple utopía.
Quienes han salido perdiendo en este caso, además del gobierno central, son en última instancia el pueblo colombiano, los partidos y movimientos políticos que dicen representarlo, pero que poco o nada tienen para ofrecer como alternativa de solución a los graves problemas que afronta el país, agudizados por la violencia, la polarización, odio, venganza, pobreza y desigualdad social, sin que existan mayores perspectivas de cambio en interés de todos los colombianos o por lo menos de su gran mayoría. Entretanto, el jefe de Estado se declara como un “humanista”, desligado de cualquier tendencia de derecha o de izquierda y mas bien partidario de un capitalismo social opuesto a las tendencias neoliberales que han caracterizado amplios sectores de nuestra economía, opuestos al cambio social que lidera el presidente Petro y que al igual que todas las propuestas populistas de cambio, no dejan de ser más que una fantasía en las condiciones del régimen capitalista y de una coalición de la cual el partido del presidente tan solo constituye una parte del denominado Pacto Histórico, auto calificado como progresista y democrático.