A los caleños les resulta preocupante la situación que se vive en la ciudad con el agotamiento sistemático del caudal de los ríos tutelares frente a la posibilidad de un racionamiento del agua, tal como sucede en otras ciudades debido no solo al cambio climático sino a la explotación ilegal de ciertos recursos naturales y a la utilización irracional del suelo en aquellos lugares del territorio con la construcción de grandes complejos habitacionales con edificaciones de apartamentos que requieren de un mayor abastecimiento del agua que se toma de los ríos como Pance, Meléndez, Cali; o se recoge de las fuentes subterráneas que también se han venido agotando con el correr del tiempo, situación esta, que se repite en el sector de Pance y en los barrios del oeste de Cali como Arboledas, Normandía, Bellavista y vía a Cristo Rey, a los cuales se les modificó el paisaje y el microclima, generándose con ello graves consecuencias para el presente y futuro de la población caleña lo cual ocurre ante la mirada impasible de la CVC, el DAGMA y demás autoridades distritales, de los concejos municipales y de la asamblea departamental, que han elaborado los dos planes de ordenamiento territorial a la medida de los intereses de urbanizadores, propietarios de tierras y negociantes de propiedad raíz beneficiados económicamente con este daño ambiental a la ciudad, irreparable a nuestros ríos cuyo costo social y económico se traslada al pueblo caleño por cuenta
de semejante despropósito, que se oculta a la mirada desprevenida de propios y extraños con ocasión de la realización de la COP16, en donde en teoría se tratarán los asuntos relacionados con la biodiversidad y respecto de los cuales el alcalde Eder y su administración aprovecharán para promocionar la “Cali turística”, con su avistamiento de aves y discursos grandilocuentes sobre la protección del medio natural de los recursos biodiversos que ofrece el parque nacional Los Farallones, en donde nacen los ríos que atraviesan la ciudad, cuyos caudales sufren el impacto de la creciente población y del crecimiento sin límites de un desarrollo urbanístico espontáneo y caótico que está destruyendo la biodiversidad natural, ambiental, paisajística y cultural que caracteriza el entorno de la ciudad de Cali, denominada por el burgomaestre de turno como la “Cali bella” para distinguir su forma exterior mientras se destruye el contenido esencial y biodiverso de su naturaleza y de sus recursos naturales como el agua para satisfacer las necesidades de los caleños, que no solo deben aprovechar sus recursos sino transformarlos y enriquecerlos para beneficio de todos y no para un determinado sector privilegiado que goza de todos los derechos y prerrogativas, pero que no cumple con sus deberes sociales, ambientales y culturales establecidos en la Constitución y en la ley.