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Vida Nueva
“Cuando se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén”
San Lucas 9, 51-52
Por Héctor De los Ríos L.
En el texto de este domingo vemos cómo Jesús aborda su camino definitivo con una gran resolución interior. Con esta actitud comienza a subir hacia Jerusalén, donde recorrerá el último y decisivo trecho de su “éxodo” que culminará en su ascensión al cielo.
El evangelio nos pone hoy de frente a la hora de las coyunturas decisivas. Para Jesús es el tiempo del “cumplimiento” según el proyecto mesiánico fijado por el Padre. Nada ni nadie lo podrá detener. Ni la hostilidad de los samaritanos, ni la pobreza, ni el padre que hay que sepultar, ni los parientes de los que hay que despedirse, son suficientes para “mirar atrás”.
Para el discípulo es el tiempo de evaluar previamente el “costo” del ser discípulo, analizando las implicaciones de la opción y decidiendo libre y conscientemente entrar en el camino del Maestro sin ponerle condiciones.
Lo que vale para el Maestro también vale para el discípulo: el camino del discipulado requiere decisiones así de fuertes. El seguimiento del Maestro en la ruta hacia Jerusalén lleva la impronta de la radicalidad y de la jerarquía de valores de Jesús.
Jesús sabe cerrar y abrir etapas en su vida. Así lo vemos cuando termina su ministerio en la amplitud montañosa, marítima y siempre verde de Galilea”.
La mirada está puesta en Jerusalén: “se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén”. Jesús sabe lo que le espera: “no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén”. De aquí en adelante Jerusalén permanecerá en la mira de los movimientos de Jesús.
Jesús con una gran fortaleza enfrenta su destino, se compromete y toma decisiones firmes. Lo que Jesús va a hacer es el preludio de su muerte, que será para nosotros el preludio de la vida.
Esto mismo le va a pedir hacer enseguida a sus seguidores.