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Por Luz Betty Jimenez De Borrero / Pablo A. Borrero V.
El acceso del señor Trump a la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica ha desatado una verdadera “tormenta política” sin antecedentes recientes en el mundo político, económico y social.
Para algunos sectores de opinión su elección constituye una clara y contundente manifestación de rechazo a la vieja y a la nueva clase política, ligada a los clanes familiares que desde hace varias décadas vienen manejando los asuntos del Estado, particularmente relacionados con los intereses de las clases y grupos sociales más opulentos de la sociedad norteamericana, al tiempo que sus gobiernos se han venido desconectando de las verdaderas necesidades e intereses de una parte considerable del pueblo estadounidense, que se ha empobrecido en medio de la imposición del modelo económico y político del capitalismo monopolista globalizado, que a su vez ha generado una gran concentración de la riqueza en pocas manos, a la par con una desmejora de las condiciones económicas y sociales de los ciudadanos norteamericanos que de tiempo atrás vivieron y disfrutaron de las ventajas y prerrogativas en materia de libertades y derechos económicos, políticos y sociales a través del denominado “Estado del bienestar general”, el cual ha sido sustituido por el modelo neoliberal que ha entrado en crisis en todo el mundo capitalista desarrollado.
No obstante lo anterior, resulta paradójico que un magnate de las calidades del señor Trump con una concepción política e ideológica de derecha, irrumpa en la escena política dispuesto a defender a los granjeros, trabajadores, pequeños y medianos comerciantes e industriales, que hoy sufren los embates del sistema capitalista, del cual aquél hace parte y que con sus discursos y propuestas de corte populista y nacionalista, haya logrado alentar la esperanza del cambio social de miles de ciudadanos que finalmente terminaron eligiéndolo a la presidencia a través de los colegios electorales.
Una vez más está claro desde el punto de vista histórico, que en determinadas circunstancias el pueblo está dispuesto a dejarse engañar con las palabras, promesas y discursos grandilocuentes, si antes no es capaz de desentrañar de los mismos el verdadero contenido social y de clase de quien lo representa y aparece como su defensor y benefactor, llámese Donald Trump o Hillary Clinton, exponente esta última de las políticas neoliberales de estirpe populista y demagógica.
Ahora bien, es necesario aclarar que desde el punto de vista institucional, si bien es cierto el presidente de USA goza de inmensos poderes, el señor Trump no podrá convertir en realidad muchas de las promesas de campaña, ya que antes de surgir a la vida jurídica tendrán que ser discutidas y aprobadas en el Congreso en donde seguramente tendrán una férrea oposición de los miembros del partido demócrata e inclusive de los integrantes de su propio partido el republicano, que de acuerdo con los nuevos resultados electorales tendrá la mayoría en la Cámara y en el Senado y eventualmente en la Corte Suprema de Justicia, al igual que en varias gobernaciones y alcaldías. Así por ejemplo el presidente Trump quién se ha manifestado en contra de los tratados de libre comercio –TLC, TPP- no podrá anularlos o modificarlos sin la voluntad del Congreso en donde no todos sus miembros están de acuerdo con dicha revisión, además de correr con el riesgo de que sobre el Estado recaigan toda clase de demandas multimillonarias de los países signatarios de dichos acuerdos.
Por otra parte, el nuevo mandatario en su discurso como presidente electo ha llamado a la concordia, a la conciliación y realización de alianzas y a no generar nuevos conflictos con otros países, lo que por supuesto no le impedirá por ejemplo, modificar sustancialmente el actual sistema de salud Obama Care e imponer restricciones y limitaciones para la estadía y el acceso de los emigrantes al país, lo cual no deja de ser preocupante en tratándose del conjunto de personas ilegales que viven con sus familias en dicha nación.
Con todo lo que es y representa el señor Trump, este no podrá cambiar a su antojo y conveniencia aquellos aspectos ya consolidados dentro del sistema económico, político y militar que hacen parte de la esencia del régimen ni revertir el desarrollo que ha tenido el proceso de globalización capitalista en los Estados Unidos, que por lo demás atraviesa una profunda crisis en todo el planeta, como tampoco acabar con la pobreza y la desigualdad social en que se hayan sumidos grandes sectores de la población norteamericana que incluso depositaron su confianza en el otrora candidato y hoy presidente electo, que como en ninguna otra época se enfrentó a la clase política, al capital financiero, a los medios de comunicación y a buena parte de los ciudadanos estadounidenses en una batalla electoral en la que la otra parte del establecimiento abanderada por Hillary Clinton se sentía segura de ganar la contienda electoral, contando para ello con el apoyo irrestricto del presidente Obama, que no obstante su aparente talante democrático demostró que no representa por igual los intereses comunes de todos los ciudadanos norteamericanos.
Dada la concepción ideológica del señor Trump en materia de política exterior, se prevé que durante su mandato se producirán algunos cambios, muchos de los cuales seguramente afectarán las relaciones internacionales, particularmente en el caso de América Latina con países como Cuba, Venezuela y en cuanto a nuestro país la posibilidad de que se limite la ayuda económica relacionada con el proceso de paz y el post conflicto cimentada en los nuevos acuerdos suscritos entre el gobierno del presidente Santos y las FARC-EP.
Con todo y lo expuesto ha quedado al descubierto no solo la crisis del modelo neoliberal sino de la propia democracia de que tanto se ufanan los ideólogos liberales y el aparato de difusión pública y privada que integran los medios de comunicación, en torno a las bondades de la denominada “democracia liberal”, que no obstante haberse convertido a través de los tiempos en un gran valor social en la medida en que constituye un medio muy importante de la lucha política, cuyo ejercicio en las condiciones del régimen capitalista se traduce en la práctica en su propia negación, tras de la cual se oculta el poder económico del gran capital, en tanto se invisibiliza la participación de otros partidos que compiten en el juego político, pero que son cooptados por el bipartidismo que en el caso concreto será reemplazado por el monopartidismo republicano, con lo cual queda en evidencia que la esencia del poder en el caso de la democracia liberal de los Estados Unidos, no radica en la soberanía del pueblo sino en la élite gobernante que controla a los otros partidos y actores políticos, utilizando para ello toda clase de métodos y procedimientos caracterizados por la exclusión y el autoritarismo que tiende a generalizarse y a generar nuevas contradicciones en el seno de la propia clase dirigente.
Veeduria Ciudadana por la Democracia y la Convivencia Social