En Colombia cada día cada vez más habitantes del país tienen que vivir en ciudades cada vez más pobladas, pero en Cali cada vez hay menos ciudadanos: solo más nuevos residentes que desconocen lo que deben ser las ciudades, su planificación y urbanismo y, en consecuencia, su arquitectura, paisajismo, diseño urbano y conservación del patrimonio construido. Pero en Colombia los medios poco se ocupan de estos temas, a diferencia de las más prestigiosas revistas y periódicos del mundo, que lo hacen regularmente, aunque, paradójicamente, en Cali si lo hacen El País y Caliescribe.com, y que por algo será.

Por eso la ciudad fue la preocupación constante de Rogelio Salmona pues consideraba que “destruir la ciudad es destruir la civilización” (Revista Politeia Nº 17, 1995) y de ahí que para él “hacer arquitectura en Colombia implica buscar –ojalá encontrar- la confluencia entre geografía e historia” (Entre la mariposa y el elefante, 2003) y por eso decía  que hacer aquí arquitectura es un acto político, además de ser estético y cultural; es decir, que se refería a hacer arquitectura pertinente. En conclusión, ciudad, ciudadanos y civilización están inevitablemente vinculados en el espacio y el tiempo; en su geografía e historia.

Para principiar, hay que entender que una ciudad es el conjunto de las edificaciones y los espacios urbanos, públicos y privados, que conforman; regida por un Concejo Municipal y una Alcaldía ídem; y habitada por ciudadanos que constituyen una población dedicada a actividades no agropecuarias, que son miembros activos del Estado con derechos políticos pero sometidos a sus leyes; y cuyas costumbres, usos, saberes, tradiciones y artes, propios de toda sociedad humana, conforman una civilización, cuyo progreso económico, social, cultural, urbanístico y político es propio de las sociedades más avanzadas.

Entonces debería quedar clara la importancia de la política para que una sociedad progrese, lo que implica, ya en la tercera década del siglo XXI, defender la democracia, y que esto consiste en procurar más igualdad a todos los ciudadanos, lo que implica su educación. Pero no solo su formación convencional sino también la cívica y urbana, para que entiendan la planificación, urbanismo, arquitectura, paisajismo, diseño urbano y conservación del patrimonio construido de la ciudad en la que no apenas habitan, sino para que la vivan mejor. Es decir, se trata de formar ciudadanos pertinentes para una ciudad ídem.
Una a base de ciudades en la ciudad y en su área metropolitana, procurando habitación, educación, recreación, salud y seguridad, con sectores según estratos socio económicos, y barrios y  vecindarios caracterizados por su suelo, relieve y clima, y los recursos disponibles; cuya forma deriva de su planificación, urbanismo, arquitectura, paisajismo y mobiliario urbano, aspectos que las caracterizan y que procuran emociones y calidad de vida. Y trenes, tranvías, buses articulados, buses comunes y taxis, en un único transporte público, junto a vías para carros, motos, patinetas y bicicletas; y andenes que son el principio y fin de toda ciudad.

Benjamin Barney Caldas

Benjamin Barney Caldas

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011.